La Campana estrena obrador para seguir 132 años más

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La confitería La Campana inauguró hace unos días su nuevo obrador, unas modernas instalaciones en Santiponce con las que los propietarios confían en mejorar la producción sin perder su sello artesanal. Este nuevo obrador sustituye al antiguo, ubicado detrás de la confitería, en la calle Vargas Campos y que fue anteriormente el convento de dominicas Santa María de Pasión.

Borja Hernández Medina y su primo José Antonio Hernández Muñoz, forman la cuarta generación en la gestión de la histórica confitería. El nuevo horno, que mantendrá la tradición, fue bendecido por el padre Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp. El gerente de la centenaria empresa familiar, Borja Hernández Medina dirigió unas palabras a los presentes, explicando la historia de la confitería La Campana, desde su fundación en 1885 por Antonio Hernández Merino.

La Campana es una pequeña empresa familiar que, como dijo Borja Hernández, «rezuma historia y un cierto halo de romanticismo». Fue fundada por el bisabuelo Antonio Hernández Merino, oriundo de Rota, que vivió una etapa de su vida en Filipinas. Se casó con Margarita Nalda Gil, hija de un médico militar destinado allí. Luego regresó a la península y se afincó en Sevilla donde en 1885 abrió la confitería en la plaza de La Campana.

De ese matrimonio nacieron ocho hijos, uno de ellos Eduardo Hernández Nalda fue presidente del Real Betis Balompié durante el periodo 1918-1919. Otro, José Hernández Nalda, se hizo cargo de la confitería y al poco tiempo llamó a su hermano Carlos Hernández Nalda para que dejara la carrera de ingeniería en Madrid y le echara una mano en el negocio. Ambos fueron respectivamente hermanos mayores de las hermandades de la Soledad de San Buenaventura y de Montesión. Las dos hermandades se paraban en la puerta de la confitería y salía un dependiente con dos bandejas repletas de torrijas para los costaleros, que introducía por la delantera del paso y salían a los pocos segundos completamente vacías por la parte trasera. Una costumbre que se perdió porque en ocasiones los faldones de los pasos se manchaban de miel.

La tercera generación al frente del negocio fueron José Antonio Hernández Tierno y Carlos Hernández Requejo quienes ampliaron el negocio con el restaurante La Reja y otra confitería con salones para celebraciones en Los Remedios. La cuarta generación estuvo encabezada por Carlos, que falleció en un accidente de tráfico antes de cumplir cuarenta años.

Ahora, para adaptarse a la nueva normativa sanitaria se han trasladado al antiguo obrador. Un proceso que, según Borja Hernandez, no ha sido fácil. En cualquier caso, en ningún momento dejaron de producir e incluso durante el pasado mes de julio tuvieron parte de su maquinaria repartida entre los dos obradores. Durante las pasadas Navidades realizaron toda la producción ya en las nuevas instalaciones que han funcionado a pleno rendimiento.

Borja Hernández agradeció al equipo de profesionales que ha puesto en marcha las instalaciones y a las entidades bancarias que facilitaron la financiación para la compra y ejecución de las instalaciones que fueron bendecidas por el padre Ignacio Jimenez Sánchez-Dalp y con las que pretenden «seguir endulzando la vida de los sevillanos». Lo harán con sus especialidades: yemas sevillanas, tortas de aceite, cortadillos de cidra y tortas de polvorón y todos sus artículos de temporada.

Se trata de una mudanza con las que pretenden darle cuerda al reloj para 132 años más a una empresa «más antigua que la torre Eiffel y que la Estatua de la Libertad, que ha sobrevivido a Alfonso XII, Alfonso XIII, la Segunda República, la dictadura de Franco, a Juan Carlos I y al inicio de Felipe VI».

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