Botellas y preservativos sustituyen al Palenque de la Expo 92 de Sevilla

Este escenario de la Expo, demolido hace una década, es hoy un erial abandonado

Vasos, preservativos usados y otros desperdicios, en el solar del antiguo Palenque ABC

A.G.R.

En junio de 2007, la piqueta se llevó por delante uno de los edificios más emblemáticos de la Expo 92. El Palenque había sido un escenario fundamental en la programación de la muestra. Sus 500 metros cuadrados de carpas, con capacidad para 1.500 espectadores sentados y 4.000 de pie, acogieron decenas de espectáculos durante los meses en los que se celebró el acontecimiento y a lo largo de los años posteriores.

Sin embargo, la obra del arquitecto José Miguel de la Prada Poole fue destruida por orden de Agesa , la sociedad gestora de los activos de la Expo, y el Ayuntamiento, quienes decidieron que ese edificio, construido con carácter efímero, debía ser sustituido por un inmueble de oficinas . Agesa se apresuró a romper el contrato con la empresa que lo explotaba, TCM Audiovisual, y envió allí a las grúas. El nuevo edificio iba a suponer una inversión de 38 millones de euros y fue adjudicado al arquitecto Richard Rogers, ganador del premio Pritzner aquel año y autor del Centro Nacional de Artes y Cultura George Pompidou, en París, entre otros edificios famosos.

Sobre el plano, se dibujaron 44.000 metros cuadrados distribuidos en cinco plantas —cuatro para oficinas y otra para un auditorio y zona comercial— y otras tres bajo rasante con un aparcamiento para 450 vehículos. Pero entonces aparecieron la Junta de Andalucía, que absorbió Agesa como parte del pago por la llamada «deuda histórica», y la crisis económica . Y la estructura de hormigón que ya se había construido pasó a convertirse en un monumento cadavérico al fracaso de la Cartuja .

El proyecto se reformó dando paso a otro más sencillo de una sola planta en superficie y otra bajo rasante para un aparcamiento con 60 plazas, reduciendo el coste a 3,2 millones de euros. Pero aquel plan tampoco cuajó. Y exactamente una década después, el Palenque es un erial que acoge una actividad muy distinta de la que podía imaginar.

Basta con darse una vuelta por los alrededores del solar, cubierto de tal cantidad de matojos que apenas se pueden ver los pilares de la obra que se dejó a medias. El escenario actual presenta una cantidad ingente de colillas, botellas de alcohol vacías, vasos y preservativos usados . Aquello es hoy un lugar oscuro, semidesierto, al que acuden grupos de jóvenes los fines de semana para hacer botellonas. No ha pasado por allí un camión de limpieza en años. Y en horario laboral, los coches se amontonan junto a la valla de forma desordenada, simbolizando tal vez un atropello del que, salvo las asociaciones conservacionistas, no se ha quejado nadie.

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