Las personas obesas no pierden la apetencia por los dulces con la edad
Las personas obesas no pierden la apetencia por los dulces con la edad - WASHINGTON UNIVERSITY
OBESIDAD

¿Por qué las personas obesas se pirran por comer dulces?

La presencia de alteraciones en los sistemas de recompensa en los cerebros de las personas con obesidad podría explicar su mayor preferencia por los dulces

MADRID Actualizado: Guardar
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Los niños se pirran por los dulces. No tanto así los adolescentes y, sobre todo, los adultos, dado que la preferencia por los alimentos dulces suele disminuir con la edad. Pero, obviamente, no sucede así en todos los casos. De hecho, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.) muestra que los sistemas de recompensa en el cerebro no funcionan igual en las personas obesas que en las ‘delgadas’, lo que podría explicar que la pérdida de apetencia por los dulces no sea tan acusada en los individuos con un índice de masa corporal (IMC) elevado y sigan, ya de mayores, pirrándose por los alimentos ricos en azúcar.

Como explica M. Yanina Pepino, directora de esta investigación publicada en la revista « Diabetes», «creemos que hemos identificado una nueva anomalía en la relación entre el sistema de recompensa a los alimentos y la dopamina en los cerebros de los individuos con obesidad. Por lo general, las personas tienen menos afición por los dulces según pasan de la adolescencia a la edad adulta. Y asimismo, el paso de los años hace que tengamos menos receptores dopaminérgicos en una estructura cerebral denominada ‘cuerpo estriado’, lo que resulta crucial para el sistema de recompensa».

Y en este contexto, el estudio muestra que una menor edad y una menor cantidad de receptores de dopamina se asocian con una mayor preferencia por los dulces en el caso de las personas delgadas. Sin embargo, como indica la directora del estudio, «esta relación no se cumple en la población con obesidad».

No solo es cuestión de edad

El estudio fue llevado a cabo con la participación de 44 voluntarios con edades comprendidas entre los 20 y los 40 años, 20 de los cuales presentaban un peso normal –esto es, su IMC era inferior a 25 kg/m2– y los 24 restantes eran obesos –es decir, tenían un IMC superior a 30 kg/m2.

Todos los participantes tomaron la misma serie de bebidas con distintos niveles de azúcar, lo que permitió establecer las preferencias de cada uno por los dulces. Además, los investigadores utilizaron pruebas de imagen –tomografía por emisión de positrones (PET)– los niveles de receptores de dopamina asociados al sistema de recompensa cerebral de cada participante.

Los resultados de las pruebas de imagen mostraron la existencia de un patrón entre los receptores de dopamina, la edad y la apetencia por los dulces. Pero solo en el caso de las personas ‘delgadas’.

Hemos identificado una anomalía en la relación entre el sistema de recompensa y la dopamina en los cerebros de las personas obesas
M. Yanina Pepino

Como apunta Tamara Hershey, co-autora de la investigación, «los resultados mostraron disparidades en la preferencia por los dulces entre los distintos participantes, así como variaciones individuales en los receptores de dopamina. Es decir, había personas con un nivel elevado de receptores y otras con una cantidad mucho menor. Pero cuando miramos ambos aspectos en su conjunto, observamos que la tendencia general en las personas con un peso normal era que cuanto menor era la cantidad de receptores dopaminérgicos, mayor era la preferencia por los dulces».

Dulce obesidad

Y esta relación entre edad, receptores dopaminérgicos y apetencia por los dulces, ¿es universal? Pues la verdad es que no. Y es que si bien se cumple para todas las personas con normopeso, no sucede así en aquellas con obesidad.

En palabras de Yanina Pepino, «es posible que la resistencia a la insulina u otros cambios metabólicos asociados a la obesidad hayan contribuido a la ausencia de esta asociación en la población obesa».

En este contexto, sin embargo, debe tenerse en cuenta que ninguno de las personas obesas que tomaron parte en el estudio padecía diabetes. Pero como refieren los autores, «algunos participantes obesos mostraban elevadas concentraciones de insulina y glucosa en sangre, y algunos de los mismos estaban desarrollando resistencia a la insulina. Así, creemos que algunos de estos factores podrían haber alterado la respuesta en el cerebro a los dulces».

De hecho, como concluye Tamara Hershey, «existe una relación entre la resistencia a la insulina y el sistema de recompensa en el cerebro, lo que podría explicar nuestras observaciones en los sujetos obesos. Lo que está claro que el exceso de grasa corporal no solo tiene efecto en cómo metabolizamos los alimentos, sino también en cómo nuestros cerebros perciben la recompensa cuando comemos un alimento, muy especialmente cuando este es dulce».

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