AUTISMO

Las personas con autismo tienen un nivel de empatía similar al del resto de la población

Un estudio demuestra la falsedad del estereotipo que afirma que las personas con autismo son indolentes al sufrimiento ajeno

MADRID Actualizado: Guardar
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Aún a día de hoy existe una creencia generalizada de que las personas con autismo son ‘frías’ e ‘incapaces de sentir empatía’. Un estereotipo por lo general asociado a todos los trastornos del espectro del autismo (TEA) pero que no por extendido es real. De hecho, el mito de la asociación entre autismo y ausencia de empatía se sustenta por la confusión entre los TEA y la alexitimia, rasgo este último que define la incapacidad de identificar las emociones, tanto propias como ajenas, y que si bien es más común entre la población con autismo –en torno a un 50% presenta alexitimia– puede mostrarse en cualquier persona. Pero como revela un nuevo estudio dirigido por investigadores del Centro Internacional de Estudios Avanzados

(SISSA) en Trieste (Italia), las personas con autismo que deben afrontar un dilema moral responden de forma similar a la del resto de la población. Es decir, tienen el mismo nivel de empatía.

Como explica Indrajeet Patil, co-autor de esta investigación publicada en la revista « Scientific Reports», «no es cierto que a las personas con autismo no les importe el sufrimiento ajeno. De hecho, y según nuestros estudios, es exactamente al contrario: el rasgo autista se asocia con una empatía anormal hacia los demás e, incluso, se asocia con una mayor tendencia a evitar causar un daño al prójimo. Este estereotipo erróneo se explica en su mayor parte por otro constructo de la personalidad que, denominado alexitimia, se presenta comúnmente entre las personas con autismo pero que también puede afectar a personas sin TEA».

No dañar al prójimo

En el estudio, los investigadores sometieron a personas con autismo de alta funcionalidad –esto es, con un elevado cociente intelectual– a un dilema moral, es decir, una situación hipotética en la que la decisión a tomar puede salvar vidas a la vez que implica el sacrificio de otras. Así, en el clásico dilema moral se debe decidir intervenir para salvar la vida de numerosas personas a costa de la muerte de un único individuo o, por el contrario, no hacer nada, lo que si bien evitaría un acto voluntario por el que fallecería una única persona, conllevaría a su vez que muchos individuos acabaran falleciendo.

Y ante este dilema, ¿cómo debemos actuar? Pues existen dos posibilidades: la primera, puramente racional, nos empuja a intervenir voluntariamente, a asumir una acción justificada por la ‘utilidad’. Pero la segunda, más empática, nos empuja a no hacer nada y, de esta manera, evitar que causemos volunteriamente la muerte de alguien.

No es cierto que a las personas con autismo no les importe el sufrimiento ajenoIndrajeet Patil

En este contexto, los autores utilizaron un modelo estadístico avanzado para diferenciar entre los rasgos autistas y la alexitimia en una situación de juicio –o dilema– moral. Los resultados mostraron que la alexitimia se asocia mayoritariamente con una intervención ‘útil’ y a costa de una menor elección de corte empático, mientras que el autismo se relaciona con un incremento de la angustia personal y, por tanto, con una mayoritaria elección a no intervenir –empatía.

Como indica Indrajeet Patil, «el autismo se asocia con un fuerte estrés emocional en respuesta a situaciones en las que el individuo tiende a evitar acciones que pueden resultar dañinas para los demás».

Alexitimia, no autismo

En definitiva, la creencia de una falta de empatía en el autismo se explica por la incapacidad de la población de distinguir entre el propio autismo y la alexitimia. O como refiere Georgia Silani, directora del estudio, «durante mucho tiempo se ha confundido la alexitimia con los síntomas del autismo, pero ahora sabemos que son distintos. En la alexitimia hay una incapacidad para entender las emociones. Sin embargo, en el autismo hay una menor habilidad para identificar los pensamientos y estados mentales de los demás».

Y llegados a este punto, ¿el modelo estadístico diseñado para el estudio permite diferenciar entre los rasgos autistas y la alexitimia? Aún no. Como concluyen los autores, «nuestro trabajo es solo un paso inicial para definir un modelo que pueda explicar las relaciones complejas entre los diferentes rasgos de la personalidad. Deben realizarse nuevas investigaciones que permitan el diseño de herramientas para identificar y diferenciar entre la alexitimia y los TEA».

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