OBESIDAD

El control cerebral del apetito se encuentra ‘dañado’ en los niños y adolescentes obesos

Las conexiones entre las regiones cerebrales implicadas en la regulación del apetito se encuentran interrumpidas en los menores con obesidad

El 10% de los niños españoles son obesos ARCHIVO

A. OTERO

Es bien sabido que la obesidad, tal y como han demostrado infinidad de estudios, se asocia a un mayor riesgo de enfermedades muy graves y potencialmente mortales como las cardiovasculares, la diabetes y el cáncer. Un aspecto a tener muy en cuenta en el caso de los ‘adultos del mañana’, esto es, los niños y adolescentes, que ya llevan arrastrando las consecuencias del peso excesivo desde edades muy tempranas y, de no revertir la situación, acumulando un riesgo muy notable de morbimortalidad a lo largo de toda su vida. De ahí la importancia, vital, de tomar medidas para frenar la pandemia de la obesidad en los menores. Más aún cuando se contempla la posibilidad de que los afectados no tengan la ‘capacidad’ para dejar de comer. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil), las conexiones entre las regiones cerebrales implicadas en la regulación del apetito se encuentran interrumpidas en el caso de los niños y adolescentes con obesidad.

Como alerta Pamela Bertolazzi, directora de esta investigación presentada en el marco de la Reunión Anual 2017 de la Sociedad Radiológica de Norteamérica (RSNA) que se está celebrando en Chicago (EE.UU.), « la obesidad infantil se ha incrementado entre un 10% y un 40% en la mayoría de los países en la última década ».

Fallo de conexión

Para llevar a cabo el estudio, los autores contaron con la participación de 59 menores con obesidad –esto es, con un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30 kg/m2– y edades comprendidas entre los 11 y 18 años a los que ‘emparejaron’ con otros 61 niños y adolescentes de su misma edad, sexo, nivel educativo y nivel socioeconómico que presentaban un peso normal –el consabido grupo ‘control’–. Y lo que hicieron fue someter a todos los participantes, obesos o no, a pruebas de imagen por resonancia magnética con tensores de difusión (DTI), técnica que permite evaluar la integridad de la sustancia blanca del cerebro.

Concretamente, la DTI es un tipo de resonancia magnética que mide la anisotropía funcional, esto es, el movimiento microscópico –o ‘anisotropía’– de las moléculas de agua entre las fibras de la sustancia blanca. Así, una baja anisotropía funcional indica la presencia de alternaciones en la sustancia blanca.

En la última década, la obesidad infantil se ha incrementado entre un 10% y un 40% en la mayoría de los países

Los resultados mostraron la pérdida de integridad de la sustancia blanca –o lo que es lo mismo, de la presencia de cambios microestructurales– en distintas regiones cerebrales de los menores con obesidad. Así, y comparados frente a los de los participantes ‘sanos’, los cerebros de los niños y adolescentes obesos mostraron un descenso del valor de la anisotropía funcional en la amígdala, el hipocampo, el tálamo, el giro cingulado, el fórnix, la ínsula, los giros orbitales, el putamen y el hipotálamo bilateral . Un resultado ciertamente interesante dado que muchas de estas regiones del cerebro están implicadas en la regulación del apetito, el control de los impulsos, las emociones y el sistema de recompensa asociado a la comida.

Como indica Pamela Bertolazzi, « nuestros resultados revelan un patrón de participación entre las regiones cerebrales que juegan un papel importante en el control del apetito y de las emociones . En comparación con el grupo control, no se observó ninguna región con un mayor valor de anisotropía funcional en los pacientes obesos».

Pandemia creciente

A día de hoy conviven en todo el mundo más de 108 millones de niños obesos. Una cifra que, de acuerdo con la tendencia actual, crecerá, y mucho, en los próximos años. A modo de ejemplo, cabe referir que la prevalencia de obesidad de los menores estadounidenses se ha cuadruplicado en tan solo 30 años. Y asimismo, que el porcentaje de niños obesos en China ha pasado de un pingüe 0,03% a un 17,20% en estas tres décadas. De ahí la importancia de los resultados del nuevo estudio, que según los autores abrirán la puerta al desarrollo de nuevas herramientas para combatir esta crisis de salud pública global.

Como concluye Pamela Bertolazzi, «la DTI es una técnica de imagen relativamente nueva y escasamente empleada en el diagnóstico clínico. Sin embargo, y en caso de que seamos capaces de identificar los cambios cerebrales asociados a la obesidad, entonces esta técnica podría usarse para ayudar a prevenir la obesidad y evitar sus complicaciones asociadas ».

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