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James, a punto de rematar el que sería el segundo gol del Real Madrid (3-1) - afp
Liga BBVA | Jornada 32

El Real Madrid se agarra a la Liga

Los blancos sufren hasta el último minuto para lograr los tres puntos ante el Málaga y seguir en la lucha (3-1)

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El gesto de Guardiola hacia su médico fue feísimo, sí, estamos de acuerdo, pero en su egotismo y paranoica intensidad había algo extraño, distinto, que incluso podría echarse de menos. Una pretensión de control total, de dominio del fútbol como una ciencia exacta. Quizás sea un desvarío, pero se mira con otros ojos ahora que el Madrid llega a lo importante a merced de los elementos. Justo cuando empieza el mambo se lesionan Bale y Modric. El croata, tras una acción con Recio, algo más que vigoroso. Bale se agachó, tocó su gemelo, hizo un Prosinecki y entre los socios se empezaron a cruzar más miradas que en una discoteca. [ Así hemos contado el partido]

Y es curioso, todo el año en 4-3-3 para acabar con el 4-4-2.

Y sin Modric, otra vez sin Modric, y con Khedira de excedencia, se muere en Illarramendi. Estaba escrito, no sabemos si en las leyes de Murphy, en Nostradamus o en las profecías del tarotista David Trivin, que sucedería así.

Hay una alternativa: que D. Carlo se desate con Varane en el centro. Pese a todo, el Madrid encontró algunas cosas buenas. La mejoría de Chicharito, más conectado al engranaje del ataque (que tampoco es que sea de una gran complejidad) y el sufrimiento del final. Lejos de ser una debilidad, parecía la promesa de algo virtuoso. Fue importante la actitud de Cristiano. Asomaba en eso el viejo Madrid, el que llega al ataque como un séptimo de caballería aunque sea un séptimo de rocines flacos.

Era un partido entre dos paréntesis. La noche con Simeone y la victoria del Barcelona ante el Valencia. Perder esta liga contra el Barcelona de Luis Enrique sería para convertir el lateral de Padre Damián en el muro de las lamentaciones. Peñas de toda España yendo allí a darse de cabezazos.

El Málaga fue un rival dignísimo; por momentos, mejor plantado que el Madrid. Tuvo alguna ocasión en los inicios: Darder solo y un córner al segundo palo. Casillas no pudo hacer mucho ante el gol visitante, o quizás sí, pero dejó sensaciones de miedo. Lo vimos esta semana con el gesto instintivo de Draghi ante la Femen. En los reflejos del hombre normal lo que hay es miedo. La flema infinita del genio Casillas se ha convertido en temor, humano temor, que se traduce en aspavientos-Draghi. Pero vayamos a lo importante, que esta vez no fue él.

Bello gol de James

El Madrid abrió el marcador a balón parado. Falta que saca Cristiano (se la había fabricado él) y remate al segundo palo de Sergio Ramos. Un milímetro de su aura, carisma o duende podría estar en fuero de juego. A partir de ahí, el Madrid se echó atrás con dominio moderado de la situación. Chicharito sacaba contras, imaginen qué contras.

En el descanso, un «speaker» comenzó a pegar alaridos al límite de la lesión de tímpano. Los periodistas escribían pidiéndole al compañero que le tapase los oídos y el público hacía cucamonas a los videomarcadores. El Bernabéu ya parece el pabellón de los Toronto Raptors.

En la segunda parte, el Málaga comenzó aún mejor. Equipo majo. Juanmi se movía bien entre las líneas madridistas (convengamos que no es el peor sitio para moverse). Tuvo un acercamiento Amrabat y se produjo la lesión de Modric. El partido no lo tenía controlado el Madrid y salía Illarra, que sorprendió por actitud y por sus robos en el centro del campo. Tras uno de ellos, Ronaldo enrabietó al estadio con la espuela de su taconazo y una contra antigua. La jugada acabó en un penalti que estrelló contra el palo. Pero el efecto estaba conseguido. Un Madrid menor, con bajas y cansado por la Champions, se agarró a su coraje, a veces casi gestual, y a la zurda de James. El marido de Daniela consiguió el 2-0 tras diagonal perfecta y un zurdazo en el que Kameni se estiró con la convicción de un matasuegras.

En la celebración de los goles los jugadores se tocan mucho. La alegría, la alegría pura, es mariquita. El Madrid apretó los dientes como contables en «spinning». Mejoró algo Isco, horrible en la primera mitad, y pudo sobreponerse al gol de Juanmi, de solitario remate ante Casillas.

Hubo un «¡uh!» tranquilizador al final que no sonó tan monstruoso. El Madrid, sin la BBC y con Illarra, siempre encontrará alguien que recoja y toque la última trompeta del arrebato. Lo último que queda de nosotros es el ADN.

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