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Casillas aplaude al público, que le coreó - abc
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«¡Íker, Íker!», cánticos con sabor a homenaje de despedida

El portero fue pitado al calentar y coreado al final. Ancelotti le demostró su apoyo. Y Cristiano presionó en favor del técnico

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Fue una noche extraña. Carlo Ancelotti se despedía del Real Madrid con el apego de los jugadores y de un sector de la afición justo un año después de conquistar la Décima. El mensaje de apoyo de Cristiano al técnico revolucionó al madridismo. ¿Habrá cambio de timón y el italiano se quedará?. Era su deseo. En la portería estaba Casillas, rodeado de morbo ¿Era también su último partido en el Bernabéu como guardameta del club?. Íker dice que no. Serán dos meses de larga partida de ajedrez. Porque viene David de Gea. En el aura del estadio se respiraba un aire melancólico de lo que pudo ser y no fue.

Fue un partido raro. Ronaldo era la atracción de la noche, con sus tres goles, su Pichichi, su cuarta Bota de Oro y esa misiva de apoyo a Carlo Ancelotti al final del partido.

El Bernabéu vivía el «ciao» de Ancelotti y el entrenador no estaba en el banquillo, sancionado. El otro morbo del partido se cebaba en el posible adiós de Casillas en el Real Madrid, opción rechazada por el capitán. La última jornada de Liga fue muy diferente para el jefe de la plantilla y para el capitán. Mientras el italiano, sentado en un palco, escuchaba aplausos al mencionarse su nombre como colofón a las alineaciones, Íker vivió otro día comenzado con pitos y contestado al final con cánticos de «¡Íker, Íker!» que sonaron a homenaje de despedida. Su parada del último minuto jaleó ese sentimiento de la mayoría silenciosa, que por fin apareció.

Es crudo contarlo. Hubo silbidos para el guardameta cuando saltó al campo a calentar cuarenta minutos antes del espectáculo. Un sector del estadio reaccionó y le aplaudió. Lo triste era ese rechazo que se repite de manera crónica. Cuando su nombre fue mentado en las alineaciones la división de opiniones fue total. Y en pleno partido, la mala fortuna le persiguió. Fue el patito feo de la relajación del Real Madrid. Nadie defendía. El rival recogía los rebotes y disparaba. Sufrió tres goles. El vigésimo séptimo triplete de Cristiano, que remontó el marcador, no le quitó el amargor de la boca.

El capitán se quejó con elegancia de la falta de tensión de sus compañeros. Pudo hacer más en los dos tiros desde lejos que significaron las dos primeras dianas de los azules. Cuando no atajó esos dos «chuts» hubo un atisbo de pitos que se paralizó. El público inteligente valoró que el capitán pagaba la carencia de nervio del Real Madrid. Las miradas al cielo del portero, lamentando lo que sucedía, explicaban su resignación.

No había ninguna pancarta de despedida o reconocimiento a Carlo Ancelotti. Tampoco se repitió el cartel de apoyo al capitán que surgió en la semifinal de la Champions frente a la Juventus. Dos horas antes del aniversario de la Décima, la afición tampoco estaba para demostraciones.

James anotaba dos tantos que se sumaban a los tres de Ronaldo, quien estableció su récord en la Liga, 48, y su mejor marca personal en una temporada en todas las competiciones, 61.

La brillantez del portugués y del colombiano no escondía esa languidez de la noche. La grada no paraba de hablar de Íker y su incierto porvenir. Y comentaba si Ancelotti saldría al césped a decir adiós. «No tiene por qué, oficialmente continúa siendo el técnico», decía el más sabiondo.

La lesión muscular de Pepe volvió a poner en cuestión el trabajo físico realizado. El problema ha sido el exceso de partidos de los titulares.

Máximo artillero del campeonato español y de Europa, Ronaldo fue relevado por primera vez en esta Liga para ser testigo del debut de Odegaard en el Real Madrid con 16 años y 156 días. Es el jugador más joven en estrenarse con la primera plantilla.

La goleada no desvió las dos atenciones de la noche. El inminente adiós del técnico, sin estar en el banquillo, era triste. Casillas vivió otro día que le incitaba a la reflexión. Silbado al principio, coreado al final. Illarra también pudo vivir su último partido. Lucas Silva no jugó. Coentrao y Khedira no estaban. Corrían aires de cambio por el Bernabéu. Salvo que el mensaje de Ronaldo provoque un golpe de timón.

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