Emilio Velloso y su hijo dan vida a una de las peluquerías utreranas que cuenta con mayor historia
Emilio Velloso y su hijo dan vida a una de las peluquerías utreranas que cuenta con mayor historia - A. F.
UTRERA

«Mi padre era barbero de los que te sacaban las muelas atando una cuerda a una puerta»

Emilio Velloso y su hijo dan vida a una de las peluquerías utreranas que cuenta con mayor historia

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las calles del barrio de Santa María de Utrera fueron escenario durante gran parte del siglo XX de algunas de las escenas más destacadas para la localidad. La zona estaba plagada de casas de vecinos, tabernas y todo tipo de establecimientos, en otras palabras: lo que hoy son calles vacías y con poca animación, eran el centro neurálgico de la localidad.

Hasta seis barberías se llegaron a concentrar solo en la calle San Fernando, una vía que apenas tiene trescientos metros de longitud, lugares a los que los utreranos acudían no solo a cortarse el cabello, sino también a mantener agradables tertulias e incluso a sacarse esa muela que los traía por la calle de la amargura.

De todas esas peluquerías la única que ha aguantado el envite de los tiempos es la peluquería Emilio, situada muy cerca del Arco de la Villa, paradójicamente la única puerta de la antigua muralla de Utrera que aún hoy permanece en pie, dos testigos del pasado y del cambio de los tiempos.

«Mi padre era un barbero de los de antes, de los que te sacaba una muela agarrando una cuerda a una puerta y luego pegaba un portazo», explica Emilio Velloso, hijo de Manuel Velloso «Campito», un peluquero con alma de torero que puso en marcha el establecimiento en 1940.

Eran tiempos en los que la vida se podía palpar visitando estas barberías, donde los clientes acudían no solo a arreglarse la barba o a cortarse el cabello, ya que como explica el propio utrerano, «ahora la gente se quiere ir cuanto antes mejor, pero antes los clientes venían a charlar cuando llovía, a leer o a escuchar cante».

Tiempos en los que prácticamente se vivía para trabajar, ya que la peluquería abría incluso los domingos y donde además no se contaba con la ayuda que en la actualidad brinda la técnica, unos años en los que todos los cortes se hacían a tijera.

Emilio aprendió el oficio de su padre, Manuel, del que también heredó su apodo, «Campito», al tiempo que él hizo lo mismo con su hijo, también llamado Emilio, que desde el año 1990 se encarga en solitario de la peluquería, que se ubica en el mismo lugar en el que el negocio dio sus primeros pasos.

«Tengo la suerte de poder atender en la actualidad a clientes, que hoy son muy mayores, pero que ya fueron en su día clientes de mi abuelo», explica orgulloso Emilio hijo, quien se encarga de dar continuidad a la tradición familiar, aunque su padre se pase de vez en cuando por la peluquería cuando siente una pequeña punzada de nostalgia.

Una de las peluquerías más antiguas de Utrera, que aparentemente no tendrá relevo generacional, ya que aunque Emilio solo tiene 46 años, no hay nadie que venga por detrás empujando para seguir empuñando las tijeras.

Las peluquerías siguen siendo un lugar en el que tienen lugar amplios debates y donde la clientela y los profesionales del cabello se terminan convirtiendo en una especie de familia.

Aunque en un principio pudiera parecer lo contrario Emilio padre asegura que «hoy la gente se pela más que antes, las necesidades económicas provocaban que la gente esperara a tener el pelo muy largo para cortárselo», mientras que su hijo apunta que «están haciéndose cada vez más los arreglos de barbas, algo que se había perdido».

Los tiempos en los que barberos eran una especie de pequeños cirujanos e incluso se encargaban de las labores que hoy asumen los odontólogos, terminaron y los barberos modernos se quedaron exclusivamente al mando de lo que ellos dominan a la perfección; el cuidado del cabello.

De esta manera, en las últimas décadas la extracción de muelas ha dado paso a los «degradados», a las «crestitas» a los «tupés» o a las «greñas», aunque existen todavía pequeños santuarios, como esta peluquería, donde es posible realizar un viaje al pasado reciente de la localidad, sin necesidad de acudir a ningún libro, únicamente realizando un divertido ejercicio de imaginación.

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