Juan Carlos Grau, al fondo, en el horno, y Teresa Rodríguez trabajando en un nuevo proyecto
Juan Carlos Grau, al fondo, en el horno, y Teresa Rodríguez trabajando en un nuevo proyecto - M.A.B.
CORIA DEL RÍO

Un taller coriano continúa la laboriosa azulejería tradicional sevillana

«Cerámicas Artesur» es un referente nacional por sus diseños exclusivos

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La azulejería tuvo un primer momento de esplendor con el arte mudéjar durante el siglo XV. Con la llegada a España del ceramista italiano Niculoso Pisano a finales del siglo XVI y su establecimiento en las alfarerías sevillanas del barrio de Triana, se comienza a trabajar el azulejo liso y pintado con multitud de motivos. Forma parte indiscutible de nuestra cultura artística.

Tanto es así, que aún hoy día quedan algunos ceramistas que siguen trabajando de manera artesanal estas piezas de barrio que adornan las paredes con el recuerdo de la distinción y la clase.

En Coria del Río se encuentra el taller «Cerámicas Artesur», fundado en 1989 por Juan Carlos Grau y su esposa Teresa Rodríguez. Se conocieron en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artística de Sevilla y compartían su pasión por la azulejería.

«Prácticamente terminamos los estudios y decidimos emprender la aventura de montar nuestro propio taller en Coria del Río, donde no había ninguno. Al principio no teníamos nada, pero fuimos adaptando todo a nuestras necesidades», explica Juan Carlos.

«Teníamos un proyecto definido, pero sin saber si conseguiríamos que fuera bien; por suerte tan sólo hicieron falta un par de años para notar el éxito del taller», comenta Teresa. Cada uno hace una labor distinta. Mientras que Teresa es la que pinta y da «vida al barro inerte», su marido hace más funciones de logística. «Mi mujer es la verdadera artista. Yo hago de todo menos pintar», ríe Juan Carlos.

Laborioso y lento

Todo comienza con un azulejo de barrio cocido, conocido como bizcocho, al que esmaltan en color blanco. Luego se mete en un horno con muchos otros azulejos apilados en un casillero. A continuación, el boceto que se ha diseñado y ha aceptado el cliente, se puntea por completo y se coloca encima de los azulejos. Ahora tan sólo queda pasar una muñequilla con carbón natural triturado en su interior que dejará la referencia del dibujo.

Entonces llega el turno de pintar el azulejo, un trabajo «muy laborioso y lento». Teresa explica que todo se pinta a mano alzada con distintos tonos de pigmentos minerales que soportan las inclemencias meteorológicas. «El azul cobalto típico, por ejemplo, al pintarlo es de un tono grisáceo o violeta, pero cambia completamente al aplicarle calor en el horno, por lo que debes saber cómo se comportan los distintos pigmentos».

Pero todo no han sido éxitos para esta pareja de artistas. Cuando llegó la crisis, allá por 2010, lo notaron una «barbaridad» en su volumen de ventas. «La solución fue crear nuestra propia web. Esto supuso un reconocimiento en toda España y que, incluso, nos ha ayudado a vender varios trabajos en distintos países de Europa», explica Teresa. «Ahora disfrutamos del éxito que nos otorga la cerámica que sigue tan viva en nuestros tiempos».

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