Baldomero y otro miembro del grupo palaciego «Marismas», de Alcohólicos Anónimos
Baldomero y otro miembro del grupo palaciego «Marismas», de Alcohólicos Anónimos - F.R.M.
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Baldomero, albañil y exalcohólico: «El peor día de ahora no lo cambio por el mejor de antes»

El grupo «Marismas», de Alcohólicos Anónimos, no baja la guardia tras tres lustros de lucha y doscientos casos tratados

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«Se queda el que realmente quiere dejar de beber y es honrado consigo mismo. De los casi doscientosque han pasado por aquí a lo largo de estos años, muchos seguimos asistiendo a las sesiones y continuamos firmes con nuestro reto de seguir sin beber; sin embargo, otros enfermos del pueblo han retomado la mala senda y otros, incluso, ya están en el cementerio: unos han muerto en un accidente de tráfico, otros han echado el hígado por la boca y otros han aparecido muertos en la absoluta soledad y han sido descubiertos días después por el mal olor. Este es el camino al que conduce el alcoholismo».

Quien pronuncia estas duras palabras es Baldomero, uno de los integrantes del grupo «Marismas» de Alcohólicos Anónimos, una comunidad palaciega que el pasado domingo celebró su decimoquinto aniversario y que es una de las que mejor funciona de toda la provincia.

Han conseguido ser una gran familia en la que todos encuentran apoyo y comprensión. Jóvenes de treinta años y personas mayores de ochenta, hombres y mujeres. Todos aportan. En las dos sesiones semanales experimentan la empatía del que ha pasado por lo mismo que ellos, provocando una extraordinaria simbiosis en la que ayudan mientras les ayudan.

Más allá de sus crudas afirmaciones, Baldomero (que quiere permanecer en el anonimato) quiere transmitir un mensaje de esperanza para todos los alcohólicos. Y para ello nada mejor que un ejemplo clarificador: el suyo.

Este palaciego de 58 años comenzó a beber como tantos otros jóvenes con apenas 14 para superar la timidez a la hora de hablar con las chicas. Poco a poco fue convirtiéndose en un hábito, y cuando quiso darse cuenta se había convertido en un esclavo del alcohol que bebía compulsivamente las 24 horas del día y que le llevó a la bancarrota emocional, familiar y económica.

Aun así seguía sin reconocer que tenía un problema con la bebida. Hasta que un día tocó fondo. Esta espiral de autodestrucción en que se convirtió su día a día provocó que se separara de su mujer y sus dos hijas y tuviese que volver a casa de sus padres. Fue en la absoluta soledad, en su dormitorio de cuando niño y con una pierna escayolada por un incidente provocado, cómo no, por el alcohol, cuando Baldomero se reconoció a sí mismo que su vida se había vuelto ingobernable. Admitió la derrota y entendió que necesitaba ayuda. Fue así como entró a formar parte del recién creado grupo «Marismas».

Recupera su vida

De aquello han pasado ya quince años. Gracias al colectivo palaciego de Alcohólicos Anónimos,Baldomero ha retomado las riendas de su existencia. No ha vuelto a beber, trabaja como pescador y albañil y, tras un tiempo en el que quedaban como si fueran novios, se reconcilió con su mujer y sus hijas, siendo a día de hoy una familia consolidada.

«Yo no cambio el peor día de mi vida como alcohólico, lo que soy ahora, por el mejor de cuando yo no lo reconocía y sí lo era en potencia. Lo mejor de antes no lo cambio por lo peor de ahora. Soy feliz sin alcohol, he encontrado mi verdadero yo», dice satisfecho, aunque no orgulloso. «El orgullo es un privilegio que los que padecemos esta enfermedad no debemos permitirnos. No podemos bajar la guardia».

Y es que a pesar de estar rehabilitado, Baldomero no está dispuesto a tirar por la borda su pasado y de este modo desproveer a su vida de una buena brújula. «Yo seré un alcohólico toda mi vida aunque no vuelva a tomar una copa. El concepto de ex alcohólico no existe. Aunque llevo quince años sin beber, a mí lo único que me diferencia del que llega nuevo a la comunidad es una simple copa. Ese trago significaría mi fin».

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