Un alumno diez de diez que pasa apuntes a sus compañeros y juega al fútbol de central

Es curioso a la par que triste que un padre —no por él, que lo dice sincero y orgulloso, sino por lo mal parada que sale de este juicio la sociedad actual— considere que su hijo está «chapado a la antigua» porque éste a sus dieciséis años no ha participado en ningún botellón, por no recogerse más tarde de las doce de «motu proprio» y por estar centrado al cien por cien en sus estudios, en el deporte y en su novia.

El joven en cuestión es el palaciego Juan Carlos Rincón, un estudiante que basa sus pautas de conducta en «la buena educación, la disciplina, el esfuerzo y la meritocracia», agonizantes atavismos cuya simple invocación produce carcajadas.

Tanto esta actitud como una aptitud innata han hecho de él un estudiante ejemplar, hasta el punto de que es imposible superar su expediente académico, y muy arriesgado procurar empatarlo. De hecho, de los miles de alumnos andaluces nacidos en el año 2000, solo 44 lo han conseguido.

Y es que sus notas son sencillamente perfectas.

Por ello, este alumno del Instituto Marismas de Los Palacios acaba de recibir el Premio Extraordinario al Rendimiento Académico de Secundaria que otorga la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, merced al diez de nota media que firmó el pasado mes de junio en el global de los cuatro cursos que conforman hoy día la Educación Secundaria Obligatoria.

En este sentido, Juan Carlos recibirá en breve un diploma acreditativo del galardón, el cual le permitirá competir el próximo 24 de enero junto a los mejores expedientes de España por los Premios Nacionales.

Juan Carlos es de los que prefiere merecer una alabanza antes que ser alabado, no le gusta hablar de sus logros ni de su futuro a largo plazo, por eso al ser cuestionado por sus sueños profesionales, contesta con una respuesta a lo Simeone: «Estoy centrado en los próximos exámenes, en sacar las mejores notas posibles de cara a la reválida de selectividad del curso que viene, ya se verá lo que vendrá después», aunque no puede esconder que su ilusión es ser ingeniero electrónico.

Orgullo de sus padres

Actualmente el palaciego cursa primero de bachillerato por la rama de ciencias tecnológicas, su verdadera pasión, y parece que la cosa no ha variado un ápice respecto a sus resultados en la ESO.

«Ayer llegó a casa fastidiado porque había sacado un nueve en física», afirma Carlos, su padre, quien además confiesa lo que más le satisface de su hijo: «Aunque sus calificaciones son buenísimas, de lo que más orgullosos estamos tanto Ángela, mi mujer, como yo es de las cosas que nos dicen los profesores cuando vamos a recoger las notas, que tiene muy buen corazón, que es muy noble, que ayuda a sus compañeros cuando le piden apuntes o que les explique algún tema, y que es muy atento y educado. Que te digan que tu hijo es una buena persona está por encima de cualquier nota».

Al buen rendimiento académico de Juan Carlos contibuye el ambiente de estudios que se vive en su casa, ya que tanto su padre como su madre son maestros. Un aspecto que también ha contagiado a su hermano pequeño, Alberto, que a sus nueve años no le va a la zaga y también obtuvo el pasado curso una calificación de sobresaliente en todas las asignaturas.

Al margen de llevar al día sus asignaturas en el instituto, Juan Carlos investiga por su cuenta sobre tecnología y ya ha realizado algunos proyectos de robótica e hidráulica para la Junta de Andalucía por los que también ha sido reconocido junto a algunos compañeros.

Además, saca tiempo para prepararse por las tardes el B2 de inglés en una academia y para entrenar tres veces , más el partido del fin de semana con los juveniles del A.D. Mosqueo, equipo de fútbol local que juega en la cuarta división andaluza que defiende jugando como central.