Producto tradicional

Crónica gráfica del milagro del pan de cada día

El fotógrafo Manuel Benítez documenta el proceso de elaboración del producto icónico de Alcalá

Manuel Benítez ha seguido con su cámara el proceso de elaboración del pan desde el trigo hasta el horneado A.M.

A. MALLADO

Manuel  Benítez ha dado forma a un trabajo que es también un homenaje a una de las señas de identidad de su ciudad: el pan de Alcalá, que conserva el marchamo de calidad otorgado por la historia y las fórmulas de elaboración tradicional.  Y lo ha hecho con el lenguaje que mejor maneja y al que quiere dedicarse profesionalmente, el de la fotografía. El resultado es que ha documentado con imágenes todo el proceso de creación del pan, desde su origen en el trigo hasta el resultado final.

Para  ello ha realizado más de 3.500 fotografías, de las que ha hecho una selección que  puede verse en la Casa de la Cultura de Alcalá bajo el nombre de «Nuestro pan de cada día», hasta el 29 de septiembre. Su narración comienza en los campos de trigo, que dan origen a una tradición histórica, la abundancia de cereal en el entorno y su calidad fue la que hizo que Alcalá se convirtiera al menos desde la Edad Media en un centro productor de harina y de pan. Sigue por ello en la secuencia de imágenes las de los molinos harineros , cuyo origen está al menos en época de dominación islámica. Una singular estructura constructiva que constituye un ejemplo de arquitectura industrial muy peculiar.

La narración que hace el fotógrafo alcalareño se centra luego en el proceso de elaboración del pan. Algo muy poco conocido, incluso para los alcalareños explica, por desarrollarse de madrugada, «mientras la ciudad duerme» como titular una de sus fotografías. En las imágenes aparece documentado todo el proceso, el «alimento» de un horno de leña que subsiste aún a la modernización, la elaboración de la masa, los utensilios empleados para darles a las piezas sus formas singulares, (una de las notas que distingue al pan de Alcalá), la introducción en el horno, los carros en los que se colocan las piezas y su cocción en el horno.

El paso siguiente tiene en las imágenes estampa de bodegón. El que componen en sus fotografías las colecciones de piezas ya elaboradas y que han sido inmortalizadas con una luz muy cercana a la de los bodegones barrocos. Precisamente el uso de la luz es una de las notas que distingue las imágenes. En las panaderías se trabaja a ritmo rápido y no sobra el espacio, así que no había sitio para instalar muchos dispositivos de luz. Por eso Manuel ha captado todas las imágenes con luz natural. Y esa luz resulta tener un tono dorado y sugerente que recuerda al del interior de  los hornos donde se dora la masa del pan y que en esta colección de imágenes constituye una nota que da unidad  y coherencia.

En la parte final de la muestra, el fotógrafo realiza un homenaje a los panaderos inmortalizándolos en el ambiente de su oficio , con la cara impregnada en harina. Un reconocimiento, explica el autor, a una labor realizada a deshora  y todos los días del año, pero además hecha con un ánimo y un buen humor que a las personas de horarios normalizados resulta complicado entender en medio de una dura madrugada de trabajo, cuenta Manuel Benítez.

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