Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) soportó con buen humor en los recientes Premios Feroz una broma de la presentadora a cuenta de los lexatines que, según Alexandra Jiménez, le había pasado el director. El autor de ‘La gran familia española’, que se fue de vacío de los galardones de la crítica, ha acabado por labrarse una imagen woodyalleniana como reflejo de los traumas e inseguridades de los personajes que pueblan sus películas. "Si no hiciera cine estaría en un psiquiátrico", reconocía a este periodista al desvelar que después de 16 años ya no acude al psicoanalista. Capaz de recriminar en Twitter una mala crítica de una película suya leída en un blog, Sánchez Arévalo será un manojo de nervios en la noche de los Goya, en la que parte como favorito con once candidaturas.
La familia ocupa un lugar esencial en la filmografía de un realizador obsesionado por la figura paterna. Hijo de la actriz Carmen Arévalo y del pintor José Ramón Sánchez –aquel que enseñó a amar las películas a la generación de ‘Un globo, dos globos, tres globos’–, con una hermana bailarina y un hermano que trabaja en televisión, el autor de ‘Primos’ siempre ha culpado a su padre de su dedicación al cine. Las sesiones triples en la Filmoteca inocularon el virus de la cinefilia a un chaval que sintió la necesidad de rebelarse contra su destino natural en una familia de artistas. Cursó Empresariales en la Pontificia de Comillas y después de graduarse recibió una beca Fulbright para estudiar cine en Nueva York.
Escribió guiones de series como ‘Farmacia de guardia’, ‘Querido maestro’ y ‘Hospital central’, al tiempo que acumulaba premios con sus cortometrajes: ‘Gol’, ‘Exprés’, ‘La culpa del alpinista’ –con libreto de Julio Medem– y ‘Física II’, que ya albergaba a los personajes de ‘Azul oscuro casi negro’. Su debut en el largometraje, con 35 años, no podía hablar de chavalillos, sino de gente que no sabe cómo labrarse un hueco en la madurez. El protagonista del filme, al igual que el director, estudió Empresariales pero las circunstancias no le dejan vestirse ese traje azul oscuro, casi negro, que le auparía de clase social. Está condenado a cuidar de su padre, víctima de un infarto cerebral, y a heredar su trabajo de portero de finca. Sentenciado a bregar con un hermano preso en Soto del Real, a soportar a un amigo traumatizado al descubrir que su padre es homosexual y a beber los vientos por una vecina pija a la que baja la basura.
El Goya al mejor director novel recompensó la madurez de un filme que trataba sobre familias disfuncionales, precariedad laboral y hasta violencia carcelaria. Todo sin ser cine social. La originalidad de su tono, entre el drama y la comedia, también sustenta ‘Gordos’ y ‘Primos’, los títulos que cimentan el estatus de Sánchez Arévalo como un director taquillero. Historias corales, alejadas del costumbrismo de teleserie y cercanas al humor desecado de Wes Anderson, el caos berlanguiano y los gags bestias de la Nueva Comedia Americana. Una mezcla que en ‘La gran familia española’ vuelve a ponerse al servicio de sus temas habituales: el complejo de Peter Pan o temor al compromiso, el peso de la culpa, la elección entre dos mujeres y, claro está, la figura paterna y el clan familiar como generador de amor incondicional y traumas irresolubles.
"Yo quería reflejar las dos Españas, pero no a nivel político", puntualiza el cineasta. "La España de cuartos que hemos venido sufriendo durante décadas, representada por los hermanos mayores. La que se queda a medio camino, sueña y se estrella. Versus la España joven, simbolizada en la selección de fútbol. Chavales que con talento y esfuerzo se ponen metas y las consiguen. En este país hemos vivido con muchos complejos, y ver que unos chavales consiguen lo que se proponen es terapéutico".
Relacionado sentimentalmente con la actriz Verónica Sánchez y la presentadora Berta Collado, Daniel Sánchez Arévalo alterna en su modélica cuenta de Twitter (@sanchezarevalo) las reflexiones personales con los comentarios críticos de actualidad. El estado del cine español ocupa los desvelos de un realizador que necesita hacer películas para exorcizar sus inquietudes. "El día que no pueda producirlas cojo una cámara y unos actores y me voy a la calle".
