Ficha técnica
Impresiona muy de veras la sensacional interpretación de la actriz española Marian Álvarez en 'La herida', que se deja literalmente la piel a la hora de dar vida a una mujer autodestructiva, incapaz de comprender el mundo que la rodea, frustrada hasta los zancajos en lo más íntimo, personal y sentimental, abocada, en fin, a un callejón sin salida. Porque en la profundidad de la mirada de Marian Álvarez, como de agua aprisionada en un estanque de aguas ponzoñosas, y en el perfil de un rostro marcado por los rigores de la vida, se aprecia todo el drama de esta mujer desmantelada, pero en la que también se adivina algo sublime ¿La razón?, el hecho de que contemple en cierto modo la idea de sacrificarse. Y es que su forma de andar, de moverse, de relacionarse con los demás, de mirar, de agitarse, de gritar y de llorar es como escuchar la sinfonía Nº 2 de Johannes Brahms.
Ella es lo más distinguido de una película, por otra parte, quejumbrosa, filmada por una cámara aquejada del baile de San Vito. Tal vez con la intención de acercarse lo más posible a su protagonista, a sus más recónditas emociones. Sin embargo, desde mi particular punto de vista, ocurre precisamente lo contrario. En el sentido de que hace más evidente el artificio de lo que se está filmando. Sea como sea, la premisa argumental resulta tan pesimista y machacona que el espectador termina por desentenderse, agobiado ante tanto dolor y desesperanza.
El director Fernando Franco trabaja con retazos de impresiones, disecciona sin piedad los caracteres de los personajes, donde la opresión y la asfixia marcan la pauta de una herida abierta en canal. Por si fuera poco, su máximo responsable parece querer decirnos que el ser humano genera el mal como las abejas producen miel. Al final, eso sí, queda en pie la interpretación de una actriz de cuerpo entero, máxima aspirante a la Concha de Plata del Festival.
