Hughes - Opinión

La salida a la luz de la Pantoja

Pocos artistas son como la Pantoja, capaces de fundir su disco, sus canciones, en un relato psíquico y biográfico.

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Isabel Pantoja acudió a El Hormiguero tras el largo silencio de su presidio. Pantoja presa, experiencia que presenciamos, que contamos, pero que no sentimos lo suficiente. Reconoció que está en la fase de «salir psíquicamente» de «aquel lugar de cuyo nombre no quiero acordarme». Pantoja cervantina. Hizo referencia a un malestar que se parecía al perro negro de la depresión.

Seres

Las personas para Isabel Pantoja no son tanto personas como seres. Seres a los que ama solemnemente y en los que incluye a su perra, importante incorporación al universo familiar. «La amo (a la perra) por encima de todo, aunque viniera de donde vino». ¿La perra como continuación de la experiencia purgativa de la reclusión? Habló de su madre, el privilegio existencial de «despertarme y verla». Confirmó que se llaman cada dos horas (o 200 kms, si está de viaje).

Su hija apareció poco. Fue a la hora de hablar de la perra, contó que fue ella la que le puso su nombre: Isabel Pantoja Martín, nombre que fue transformado en Sisi P. o simplemente en Sisi. Queda establecido el reto: entrevistar a Sisi, al animal, testigo mudo (¡testiga!) de las penas del presidio, transfiguración del Ser Pantoja multiforme, correteante, libre.

La Artista terminó con un recuerdo especial a su hermano, Agustín Pantoja, al que ama y al que expresamente dio las gracias. «Te quiero, Agus». Era la reivindicación del personaje pantojil más atacado y escondido. El Pantoja menos televisivo. Agustín Pantoja quizás fuera el sostén de Cantora, el elemento estable y resguardado. Agustín juega un papel fundamental en el universo pantojil y por eso quizás sea frecuentemente atacado. Agustín es domótico, secreto, amo de llaves y gen protegido.

Trascendencia

El disco se llama «Hasta que se apague el sol». La Pantoja lo repetía bastante. «Hasta que se apague». Es el disco posterior a la privación, al silencio, y a la vez tiene algo de póstumo, de últimas voluntades pantojiles del «compadre» Juan Gabriel. «Yo soy yo más mi padre y Paco». Y añade a Juan Gabriel.

Pantoja es ella y sus muertos, sus ausencias. ¿Quién canta en España así? «Soy una mujer muy frágil», recordó. Habló mucho de la herida afectiva y de las secuelas mentales de la cárcel. «Ahora entretengo mi mente, que es la que está todavía a medio camino». Y ese fue quizás el titular de la entrevista. Reconocerse lastrada psíquicamente por la cárcel. La Pantoja, sin quererlo, sin darse plena cuenta, dejó pistas sobre sus trucos para la superación del trance. Por ejemplo, busca el placer de las pequeñas cosas, «de lo más cotidiano. Encender la chimenea, comerme un potaje de lentejas».

El potaje es la forma culinaria, gastronómica del mundo pantojil: comunidad, humildad, matriarcado, gran perola de autoayuda. Pero en la Pantoja siempre hay una Pantoja ultraterrena. Una de las canciones del disco recalca la trascendencia: «Sigo estando aquí, esperándote, vivo de los recuerdos». Le habla al más allá, al Ausente. Inextinguible viudedad. Marinero de Luces 2.0. Actualización del mito.

Los hombres

«Tengo mi corazón tan lleno, tan lleno, tan lleno de amor que estoy cerrada a ESE otro tipo de amor». Pantoja reformuló su oclusión sentimental: «No me cabe ni un hilito de luz». ¿Por qué Pantoja lo expresaba todo en términos solares? Era inevitable pensar en la experiencia carcelaria. La Pantoja quiere luminosidad. «Vivo al día, yo lo que quiero es despertarme, ver que estoy viva, que están vivos los míos, que está el sol».

Cerrada al amor, pero «de momen». Lo expresó una fan, una comadre penitencial: «Ay de momento...». El disco contiene un párrafo glorioso en el que Pantoja meets Rocío Jurado: «Eres un mal agradecido, un mal amante, un mal amigo y un profesional de la mentira». Estrofa que quiere ser el nuevo dicterio de la mujer engañada. Lo que nos van a decir.

El disco, que es muy completo, presenta, como vemos, un espacio para el rencor. Aclaró (y esto es realmente novedoso) que ella en un hombre mira los dientes y mira los zapatos. La limpieza. «Yo al hombre lo 'jinco'».

Música

El disco es puro Juan Gabriel, con seis canciones hechas para ella. Juan Gabriel es más que un compositor. Es ausencia también, es parte del dolor. Ella no solo presenta canciones, presenta un ciclo vital: la cárcel, la vuelta a la libertad, la recomposición del yo y la herida del dolor y la pérdida. Una Pantoja ultrapsíquica, que ya no canta a personas concretas, sino al amor eterno. Una Pantoja, sí, frente a lo eterno. «Hasta que se apague el sol, hasta que se acabe el aire». Pantoja esencial tomando los elementos como unidad de medida.

Juan Gabriel fue como un médium para la Pantoja. Es alma gemela, habla por ella, es letrista de su vida. Ella sentía, Juan Gabriel ponía letra y música al sentimiento. El disco integra al hijo. Una canción, o «rola» como la llama Kiko Rivera, latinizado, incorpora al hijo a modo de rapero. Es falso que fuera una presentación. Esa canción con el hijo («Debo Hacerlo») fue cantada ya en una inolvidable gala de José Luis Moreno. En la canción, Kiko rapea, pero es un rapeo filial. Rapea sobre su madre. «Debo Hacerlo» cierra el círculo que se abrió el día en que un Kiko infantil subió al escenario junto a su madre para decir aquello de «canne».

Las apariciones de Kiko son ya un género televisivo. Fue antológica la coincidencia al volver de «Supervivientes». El diálogo de ayer estuvo a la altura:

-Mi vida, que te quiero.

-Y yo a ti. La familia al completo te amamos y nos sentimos súper orgullosos.

-Vamos a fusionar (musicalmente)

-La vamos a liar.

Isabel reivindicó al hijo y en cierto modo se exculpó: «Su talento es suyo, de él, sólo de él. ¿Que es Rivera Pantoja? Con eso ha nacido». Es curioso. Esos dos apellidos son «eso», losa y a la vez orgullo heráldico. Carga aristocrática tanto como blasón. ¿Tiene la culpa de todo el peso de esos apellidos?

Isabel Pantoja recalcó mucho la parte musical y orquestal. La «sinfónica» del Maestro Magallanes y a Luis Cobos, arreglista. Ya decimos que el disco es no solo un conjunto de canciones, sino un pedazo de vida. Tanto que se producía un curioso fenómeno. Al hablar era interrumpida por súbitas apariciones de sus canciones. «Sigo estando aquí» especialmente. El mensaje de reafirmación que llega a la inexorabilidad con «Hasta que se Apague el Sol».

La orquestación del disco es Pantojil: copla apaisada, grandiosidad kitsch, amplitud y luminosidad. Pantoja canta desde unas Las Vegas que no tenemos. Y se inmola en cada canción, se sacrifica entera para narrar la pérdida, el sufrimiento, la viudedad multiple y una reafirmación eternal del amor.

Recaditos

Fueron varias las referencias al programa de Pablo Motos. Terminó agradeciendo solemnemente su participación en El Hormiguero, y no fue difícil apreciar el retintín con el que lo hacía. «Me he sentido muy a gusto, muy tranquila, he podido cantar». Pantoja opta por la tranquilidad obsequiosa de Antena3 frente a Telecinco y con ello pudiera terminar de inclinar el liderazgo televisivo. Es un cambio de sensibilidad televisiva y narrativa de la emperatriz dramática de España. «Aquí he sonreído».

La Pantoja agradeció especialmente el directo. «Todo es en directo. Hasta el público es en directo». Tomaron forma las fans de la Pantoja, las que la acompañan en el martirio existencial. Se vio al cantar: lloraban sus canciones. Era tal la atmósfera de viudedad que Motos tuvo que intervenir. «Esto es para pasarlo bien, para ser feliz».

El plató acabó hecho valle de lágrimas.

Las fans de la Pantoja no son fans normales. Participan de su drama, lo viven, y se sacrifican por ella. Son fans, pero a la vez prolongaciones del hecho pantojil, escudos humanos. Cuando preparó el gazpacho (concesión a las performances de Motos), lo dio a probar antes a una fan, que lo validó: «Se puede comer».

En la lista de cosas que llenan el alma de la Artista está, con mayúsculas, y así lo dijo, su Público. «Por ellos no puedo permitirme hundirme».

Selló su presencia en el programa con un pico con Motos, al que aún no ama, pero sin duda quiere, y se despidió de España: «Y para España, un beso muy fuerte, estoy súperfeliz». Sólo las folclóricas hablan así al país, de tú. Sólo las folclóricas saben hablar a España.

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