«The Good Fight», feminismo contra Trump

La victoria del magnate trastocó al spin off de «The Good Wife» que tuvo que reescribir su guión. Sin amilanarse, el trío protagonista desafía todos los estereotipos y demuestra que pueden sostener todo el peso de la trama sobre sus hombros

Madrid Actualizado: Guardar
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La victoria de Donald Trump paralizó también a Diane Lockhart. Y su sonrisa, siempre intensa, se quedó a medias. La entereza de la aguerrida abogada se pone a prueba desde el comienzo de «The Good Fight», y esta, digna heredera de «The Good Wife», responde a los batacazos de la vida con un sutil ataque. ¿El magnate republicano gana las elecciones de EE.UU.? Pues vale, que Diane, indignada, tire el mando a la televisión donde el magnate pronuncia su discurso. Como siempre, sabe devolver los golpes con mucha elegancia.

La crítica social no aminora un guión ágil y afilado; las referencias a la ficción matriz despiertan nuestra nostalgia, y el cinismo e irónico sentido del humor del drama legal nos impide despegarnos de la pantalla

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Los paralelismos auspiciados por los creadores, aunque sutiles e inteligentes, se perfilan en las tramas. En «The Good Wife», una infidelidad provocó que el mundo de una expuesta Alicia Florrick se tambalease. La convirtió en una víctima mediática, apagada y sumisa, irreconocible para el personaje que cierra el ciclo de la ficción, muy alejado de esa «Santa Alicia» del pasado.

El punto de inflexión, en «The Good Fight», llega al principio. Nos ponen la miel en los labios: ¿en serio iba a jubilarse Diane? Queríamos más de esta secundaria de lujo venida arriba. Y así será.

Como en la serie original, un batacazo provoca la debacle. Los cimientos de las vidas de las protagonistas tiemblan cuando se descubre una macroestafa que interconecta a todos los que aparecen en pantalla; la de uno de los mejores amigos de Diane Lockhart, la del padre de Maia Rindell, otra de las protagonistas. Una al principio y otra al final de su carrera. Una vez más, la confianza traiciona a los personajes y, sin la armadura del éxito, casi nadie tiende la mano. Solo el menos esperado.

Sin bufete y sin dinero, arrastrando la culpa de la ignoracia y la perpetua sospecha del pasado por comidas y fiestas en busca de apoyo, se topan con alguien que no les gira la cara: un bufete de negros. Dos agujas en un pajar, obligadas a sobreponerse en un entorno que les es ajeno. Y ahí está Lucca, tan incierta como la vida. Ya no es tan dulce como en «The Good Wife», pero elige bien sus batallas.

Con las tres abogadas, una casi jubilada, una lesbiana y una negra, una provocadora «The Good Fight» da una vuelta de tuerca al mundo y se venga de la victoria del magnate republicano que obligó a la serie a reescribir su guión. Da una lección de fortaleza, la de voluntad más que la física, y una lección de vida.

Los personajes se irán recobrando con el tiempo, huyendo de los golpes de la vida con nuevas batallas en los juzgados. Una pelirroja, una rubia y una morena. La novata, la veterana y la guerrera. Sin amilanarse, el trío protagonista desafía todos los estereotipos y demuestra que pueden sostener todo el peso de la trama sobre sus hombros, que no hombres. En «The Good Fight», las mujeres son las que mandan.

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