Sebastián Lelio: «El cine no tiene reglas, pero una película no tiene sentido hasta que alguien la ve»

El cineasta chileno presenta «Una mujer fantástica», que buscará el Oscar a la mejor película en habla no inglesa, y que ha convertido a su protagonista Daniela Vega en una estrella

Fernando Muñoz

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Sebastián Lelio ABC

Sebastián Lelio habla lento y vive rápido. Nació en Argentina pero es chileno. Su familia se trasladó al país de acogida y fueron probando ciudades y nuevas aventuras. Así hasta llegar a Estados Unidos, de donde volvió a su querido Chile. En 2013, llegó a Berlín para presentar en la Berlinale « Gloria », que fue tan bien aceptada que el propio Sebastián Lelio decidió quedarse allí a vivir, aunque no paró. Ha rodado en el último año « Disobedience », con Rachel Weisz, y « Una mujer fantástica », que representará a Chile en los Oscar. Una película que ha consagrado a Daniela Vega, la actriz transexual protagonista, en una nueva estrella. Tres películas protagonizadas por mujeres con unos personajes de los que es imposible apartar la mirada.

Existe una gran tradición de cine sobre la mujer. Los franceses, los italianos… Hasta los americanos han hecho gran cine sobre la mujer. No creo que tenga que ver con denunciar una urgencia de la necesidad de un rol histórico que no ha sido hasta ahora ocupado. Creo, no sé. Yo he hecho estas películas siguiendo una intuición porque me moviliza, me conmueve, me emociona el hecho de explorar, examinar, defender, estar a ratos de su lado, verlas caer, verlas levantarse… Hay algo ahí que me hace clic. Probablemente tenga que ver con el problema de que la feminidad en el mundo está acorralada. Más que la mujer misma. La feminidad incluso en el hombre… El mundo está como está porque hay una parte que está ganando.

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Una mujer fantástica

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Uno filma un poco a ciegas, siguiendo intuiciones que son más emocionales que intelectuales. Uno podría hacer el ejercicio de intelectualizar todo mucho antes de filmar, pero al final el cine pasa por un lugar emocional al cual el exceso de cabeza no le hace bien. Es una especie de lanzarse a filmar siguiendo una intuición con la esperanza que ahí va a encontrar algo que va a resonar en el mundo en el que vivimos y que va a tocar al espectador. Pero la elaboración y la intelectualización comienza de manera más seria en el montaje.

El cine debe, bueno debe… (piensa un largo rato) tiene que ser lo suficientemente potente como para afectar en la dimensión social, para caer en la plaza pública y generar un efecto. Ahora, esto es un arte. Y no hay reglas, ni límites ni obligaciones. Pero una película que nadie la ve… Una película no tiene ningún sentido hasta que alguien la vea.

La única diferencia a la hora de rodar es que es en inglés. El resto es igual: Hay una cámara, actores y tres horas para sacar una escena. Pero el problema del cine es el mismo. Hay más abogados, más agentes, más burocracia… Pero una vez eso se hace un lado, queda un grupo de personas haciendo una película.

El problema es que la película que se está haciendo no solo funcione como artefacto cinematográfico, sino que además tenga fuerza. Ese es el problema del cine. Las películas no son buenas o malas, son fuertes o débiles. Lograr hacer algo que tenga fuerza es lo difícil, y no hay recetas, cada vez se parte de cero.

Lo primero: Un viaje intenso, hipnótico y absorbente de casi dos horas por un mundo que no conoce tan de cerca. Lo segundo, para mí, la película ofrece la posibilidad de forzar los límites de tu propia empatía. De ponerse en los zapatos de todos los personajes y analizar el conflicto de todos los puntos de vista, y decidir de qué lado de la línea se está.

El cine es una máquina de empatía, ya se utilice en contra o a favor. La empatía atraviesa la pantalla. El cine multiplica nuestras experiencias por mil, no nos alcanzaría la vida para vivir lo que podemos vivir a través del cine. Nos amplifica las experiencias. Con respecto a Marina, el espectador empatiza con ella porque ve integridad y bondad, y hay una injusticia…

No, porque el cine no es nada «per se». El cine puede ser «Sleep», la película de Andy Warhol de un hombre durmiendo nueve horas. Ahora, cuando se cuenta una historia hay unas reglas ciertas que parecen ser eternas: compasión, miedo y catarsis, la recomendación aristotélica, sigue pareciendo un mecanismo tremendamente eficaz, aunque el asunto ahora es renovarlo, actualizarlo, usarlo en un vehículo que resuene en el mundo que vivimos hoy.

De una pregunta: Qué ocurre si tu pareja amada muere en tus brazos y tus brazos son los peores brazos donde esa persona podría morir porque tú eres, por alguna razón, él o la indeseada. Esa es la primera pregunta. Y de aquí surge la idea de que sea vivido por una mujer transexual, y de ahí empezamos a construir la historia, a partir de esas dos ideas.

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