Premios Goya 2017Los Goya no son los Oscar

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En lo que dura la alfombra roja pueden dar «Ben-Hur» Sin entreacto. O «Lo que el viento se llevó». Y ni siquiera es llevadera o entretenida. Lo mejor que pasó fue Geraldine Chaplin (no estuvieron ni Terele Pávez ni Sigourney Weaver). Lo peor, seguramente Pablo Iglesias. Por el discursito preparado que soltaba como un opositor. Por lo entusiasmado que estaba con las películas españolas para diferenciarse de Rajoy. Por el esmoquin con su pajarita morada. El año pasado contó que Antonio Resines lo había amenazado si no se lo ponía. Este año: «Es un gesto de respeto a los trabajadores de la cultura». Amárrame los pavos. El Parlamento o el Rey le merecen menos respeto.

En esta edición, salvo quienes no fueron, como Terele o Sigourney, desfilaron todos los nominados. Hay que tener ganas de querer pasar por ahí en lugar de entrar directamente a tu localidad en el Marriot Auditorium Quintus Pinus. A Juanjo Giménez, director del corto «Timecode», que ganó el Goya y puede ganar el Oscar, le gusta todo lo que tiene que ver con el cine. «Hasta ir al banco a pedir un crédito, pero la alfombra roja no es mi medio natural». Por ella pasaba todo el mundo y muy lentamente. Los de los cortos, el maquillaje o el vestuario. Ahí estaba Cristina Rodríguez por «Tarde para la ira» y «No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas». Se encarga del vestuario de las películas con mucho criterio. Del suyo, con mucho delirio. Incluso mamario.

Cuca Escribano también sabe cómo llamar la atención. Contó que lo del pañuelo de seda pintado que enseñó con el letrero pidiendo más personajes femeninos se le ocurrió el viernes (es de Claudio Fonseca). Los Goya no son los Oscar. Aquí podemos reivindicar como allí más papeles para las mujeres, pero Santiago Zannou es quizá el primer negro que entrega un Goya (no recuerdo ningún otro). De nominados ni hablamos.

Daniel Sánchez Arévalo ya había llevado a cabo su acción reivindicativa hace días. Llevó a Mariano Rajoy tres películas españolas, ya que el presidente reconoció que no había visto ninguna. «¡Alucinante!», le pareció a Penélope Cruz, que, en todo caso, estaba mucho más preocupada por los niños refugiados. Por el frío y el hambre que pasan. Hemos mejorado desde el anuncio contra el hambre de Charlie Rivel (por no hablar de la diferencia entre el traje del payaso y el de Penélope). Volviendo a Sánchez Arévalo, las películas que dejó a Rajoy en la sede del PP en la calle Génova fueron «Tarde para la ira», «El hombre de las mil caras» y «AzulOscuroCasiNegro». «Desde el cariño», dijo que lo había hecho. Antonio de la Torre cree que el presidente metió la pata pero que no quiso hacer sangre. «Que vea lo que quiera» (Raúl Arévalo). «No hay que meterse con el Gobierno» (Eduard Fernández). «Me encantaría extenderme, pero soy testigo de Jehová» (Candela Peña). Y el mejor, Almodóvar: «Yo creo que un político debería haber mentido».

Había anoche una especie de almodovarismo de la cana. El mismo pelo que luce el director (abundante, blanco y cardado) lo llevaban Guillermo Montesinos y Kiti Mánver, actores que coincidieron en «Mujeres al borde de un ataque de nervios», aunque ella no subiera al taxi que tenía de todo. Kiti Mánver ya se ha entregado a la cana. Penélope Cruz, sobre la discriminación a la mujer, recordaba que a los 25 años ya le preguntaban si no le daba miedo envejecer. Ana Belén tiene 65 años. Yo le cambiaba los brazos. Los míos para ella y los suyos para mí. Es la quinta mujer (la primera fue Rafaela Aparicio) a la que le dan el Goya de Honor. Por 26 entregados a hombres. Ahí los Goya dando ejemplo.

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