Anna Muylaert se emociona al recibir el premio a la mejor directora
Anna Muylaert se emociona al recibir el premio a la mejor directora - EFE

Una alegre Espiga de Oro para «Locas de alegría», de Paolo Virzi

«El ciudadano ilustre», con la Espiga de Plata y premio al mejor guión, también triunfadora

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El jurado de la 61 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, presidido por el cineasta chileno Matias Bize, encontró en «La Pazza Gioia» («Locas de Alegría»), del italiano Paolo Virzi, los elementos precisos para otorgarle el máximo premio, la Espiga de Oro del Festival. El director de «El capital humano» construye aquí su historia alrededor de dos impactantes personajes femeninos, dos mujeres que escapan de un centro psiquiátrico y se enfrentan con el «equilibrio» exterior; está tratado en tono ligero, disperso y jocoso, y tiene su mayor atractivo en la gran interpretación de su pareja protagonista, Valeria Bruni-Tedeschi y Micaela Ramazzotti, a las que el jurado no dudó en otorgarles también su premio de interpretación femenina.

Casi al mismo nivel de éxito en el Palmarés está la película argentina «El ciudadano ilustre», de Mariano Cohn y Gastón Duprat, pues también consiguió dos premios estelares, el de la Espiga de Plata y el del mejor guión. Una película kafkiana en la que se narran las peripecias del nobel de Literatura, Daniel Mantovani, cuando regresa a su pequeño pueblo natal, Salas, tras muchos años de ausencia y en donde lo esperan como aguacero de mayo, y él sin paraguas para lo que le espera. Es un filme atiborrado de inteligencia, ironía y un sentido del humor (y de los humores) que le ponen a reflexionar tanto a tu cabeza como a tu estómago. El actor, Óscar Martínez, un par de peldaños por encima de lo magnífico, ganó el premio de interpretación en el último Festival de Venecia, y no era caso de insistir aquí en ello.

El premio de interpretación fue para el debutante Naomi Nero, el joven protagonista de «Madre solo hay una», de la brasileña Anna Muylaert, que también fue galardonada con el premio a la Mejor Dirección, con lo que podría considerarse igualmente casi, casi, al mismo nivel de éxito que los dos títulos anteriores. Y casi, casi, casi de igual modo, de éxito comparable, habría que considerar a Mohamed Diab, premiado con el Pilar Miró al mejor nuevo director por su película «Eshteback», una fábula política en el actual y convulso Egipto, que también ganó el premio a la Mejor Dirección de Fotografía.

El jurado oficial adornó su Palmarés premiando como mejor cortometraje «Queimafobia», de Daniel Sánchez Arévalo, ex aequo con «El silencio», de Farnoosh Samadi y Ali Asgari. Y como no hay que pedirle a nadie, ni siquiera a un jurado, más de lo que quiere dar, no es el caso siquiera de pedirle explicaciones por alguna sonora ausencia en el Palmarés oficial. Se hace raro, a pesar de ello, no haber encontrado un hueco para la magnífica película iraní «The salesman», de Asghar Frahadi, que, como otras anteriores suyas («Nader y Simin»…) radiografía con precisión y emoción el alma del individuo, la pareja y la sociedad que le rodea. Y tan raro, o más, tampoco encontrarle el sitio al majestuoso y jocoso tapiz familiar que borda Yôji Yamada en su «Maravillosa familia de Tokio», una historia en la que le saca raspaduras de comedia a la esencia de Ozu.

Fuera de lo que es el Palmarés Oficial, el buen ojo del Público ha otorgado su premio a «El Ciudadano Ilustre» y, en la sección Punto de Encuentro, a «Cruce 48». El de la Fipresci, o premio de la crítica internacional, fue para «Los inocentes», de Anne Fontaine. Y el de la sección documental, o Doc España, fue para «Frágil equilibrio», de Guillermo García López.

Y la edición que había inaugurado de forma brillante «Las Furias», incomodísimo drama familiar cuajado de excelente interpretaciones y dirigido por Miguel del Arco, se clausuró con la proyección de «Le fils de Jean», de Philippe Lioret, también un termómetro de la relación del ser humano con su equipaje genético, casi una constante de esta edición del Festival.

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