Crítica de El tercer asesinato: Obra maestra sobre la pena de muerte y de vida
El cine del japonés Koreeda tiene siempre todos los ingredientes del mejor clasicismo, tradición, sentimiento, emoción, dramaturgia, relaciones (familiares) complejas, reflexión ética…
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The Third Murder
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El cine del japonés Koreeda tiene siempre todos los ingredientes del mejor clasicismo, tradición, sentimiento, emoción, dramaturgia, relaciones (familiares) complejas, reflexión ética…, y además asume riesgo narrativo y perspectiva moderna. Koreeda , aunque también, no es sólo una especie de testaferro de Ozu, y aquí, en «El tercer asesinato» , y sin eludir guiños de punto de vista y de imagen (trenes, cables que se cruzan, perspectivas…), ensaya un prodigioso cambio de vías para narrar con absoluta personalidad una intriga criminal, un desarrollo judicial que se convierte, ante el pasmo del espectador, en un filosófico ensayo sobre la justicia y la identidad del juez, la culpabilidad del asesino, la función del abogado y la mano de Dios.
Argumento clásico: ya en la primera escena se muestra el asesinato de un hombre y a su asesino confeso, y hay por lo tanto un criminal, una acusación, un defensor y unas pesquisas para esclarecer los hechos y el mayor grado de verdad sobre las motivaciones y los efectos del crimen. El cine americano ha establecido unas reglas para este tipo de película y de narración, y Koreeda pasa muy por encima de todas ellas: altera el ritmo, dosifica la intriga con más pausa que prisa, provoca ideas, dudas, posturas morales y reacciones totalmente imprevistas dentro del género, y no busca tanto el entretenimiento (consabido) como el trastorno y el desconcierto (ignorado, insólito). Y así llega a un tercio final en el que solicita del espectador toda la sutileza que el derrama (ese hombre que abre las manos, libera al “pajarillo” y encara toda la profundidad del mensaje de Koreeda) para comprender todo el abismo que nos ha contado. No es una película fácil, pero sí maravillosa y llenísima de significado. La relación entre el acusado y su defensor, tan ambigua y tan profunda sobre el comportamiento humano, está trabada no solo por diálogos fascinantes sino también por un uso de la cámara y de la luz magistrales. Pocas veces la lentitud y la confusión (el puzzle de la Verdad) se visten con tan brillante agilidad y claridad.
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