Crítica

«La muerte de Luis XIV» (**): Lenta agonía

Albert Serra reconstruye con rigor la lenta agonía del Rey Sol en el invierno de su vida

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Albert Serra es un director importante y difícil, capaz de vivir de espaldas al gran público, aunque no de los festivales, donde es muy apreciado. En «La muerte de Luis XIV» no se molesta en darse la vuelta. Reconstruye con rigor la lenta agonía del Rey Sol en el invierno de su vida. El esfuerzo es compartido por Jean Pierre Leaud, el niño de Truffaut, que ha envejecido hasta ser capaz de encarnar al personaje con el mínimo esfuerzo muscular, postrado y barrigudo, consciente de su decadencia Atrás quedan conquistas y años de esplendor.

Lo que vemos es a un hombre viejo y gastado, a quien siguen haciendo la pelota cada vez con menos entusiasmo, mientras su salud empeora por momentos, aunque quizá no lo suficientemente rápido para según qué tipo de espectador.

La película muestra muy bien el atraso científico y médico de la época, como puede que evidencien de la nuestra las películas del futuro. En el siglo XVIII, incluso el Rey de Francia arrastraba una existencia tristísima. Nadie quiere visitarlo, aunque mantiene cierto apetito por el cotilleo, que le administran como el jarabe a un niño. Después de la cifra récord de 72 años en el trono, Serra ilustra con detalle un antiguo dicho ajedrecístico: el peón y el rey acaban en la misma caja.

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