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«La madre» (**): camino sin asfaltar

A pesar del título, el protagonista es el hijo y precisamente la ausencia activa de ese pilar esencial en su proceso de madurez

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Es el tercer largometraje del vallisoletano Alberto Morais, y tanto en su revestimiento como en la carne argumental que lo sustenta no es difícil encontrar un golpe de aire a los Dardenne: la cámara, la mirada del personaje y lo que refleja contienen una comparable maduración de lo dramático del relato.

El protagonista no es exactamente la madre, como podría pensarse por el título, sino el hijo y precisamente la ausencia activa de ese pilar esencial en su proceso de madurez. Un adolescente, interpretado con enorme efectividad emocional contenida por el joven Javier Mendo, padece su propia impotencia reflejada en la impotencia de su madre (Laia Marull, encogida) para resolverle sus inmediatos problemas, desde la mera subsistencia hasta la protección que precisa para no acabar, otra vez, en un centro de menores.

No hay más peripecia que la cámara como aliento y mirada de ese joven en la búsqueda de clavos ardiendo a los que agarrarse, algún refugio adulto que le evite cumplir con su indeseado destino de estar «protegido» de modo oficial y administrativo. El punto de vista, por completo asumido por ese personaje, permite que la frialdad de la película se temple y nos haga sentir ese camino sin asfaltar (y sin atisbo de solidez) que le espera hasta su edad adulta. Morais no pretende soluciones, sólo reflejar ese camino.

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