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Jackie (***): Impecablemente vestida por fuera y desvestida por dentro

Todas las dificultades del retrato las resuelve Larraín con la mezcla perfecta de dos colores contradictorios, casi enemigos, los de la intimidad y los del «glamour»

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La ambición y el talento, que no siempre forman un buen tándem, en el caso del cineasta chileno Pablo Larraín conviven con cierto estilo, y más aún en esta película, pues no es la misma audacia (al menos, en su caso) atrapar el personaje de Neruda, cosa que intentó en su anterior film, que echarle un lazo a Jackie Kennedy y en su mejor y más histórica postura trágica, en los días posteriores del asesinato de JFK, que vendría a suponer algo así como repintar El Grito de Munch o del caballo de El Guernica de Picasso.

Todas las dificultades del retrato las resuelve Larraín con la mezcla perfecta de dos colores contradictorios, casi enemigos, los de la intimidad y los del «glamour», y ninguno de ellos hubiera sido efectivo sin la comprensión e interpretación perfectas del modelo por parte de la actriz Natalie Portman, que desaparece ante los ímpetus del dolor, presencia, dignidad y cálculo de la ex primera dama.

Para ser su primera película made in Hollywood, y para tratarse de un (aparente) biopic de uno de los personajes del siglo XX, en su instante trágico, Larraín subvierte por completo cualquier línea precedente del cine biográfico y lo narra de dentro a fuera, convirtiendo toda su musculatura épica en intimidad, reflexión y argumento que nace de la propia interpretación de Natalie Portman.

No rehúye momentos complicados cámara y narración, como el asesinato recreado de modo casi puntillista, o la presencia sorprendente del propio John F. Kennedy, o la construcción sutil del personaje de su hermano Robert, pero todo ello es el hueso de un relato cuya carne pertenece por entero a ella, aliñada por la idea o la metáfora de un Camelot perdido.

Mide bien la película los efluvios de ficción, de utopía, en la sequedad del hecho histórico, y le procura una profundidad muy especial a la obra, a su figura y a sus fondos. En realidad, y hay que avisarlo, es justo la película contraria a lo que cualquiera espera ver, pero es sólo una más de las varias sorpresas (el último John Hurt) y cualidades que ofrece.

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