Crítica Hacia la luz: Del oído al ojo

La premisa que desarrolla esta película es artificial y demasiado «teórica» pero irresistible

Fotograma de «Hacia la luz»

ANTONIO WEINRICHTER

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La premisa que desarrolla esta película es artificial y demasiado «teórica» pero irresistible. A saber, el encuentro de una chica que escribe audiodescripciones de películas, es decir, relatos de lo que ocurre en la pantalla para espectadores ciegos, y un fotógrafo, un artista eminentemente visual que está perdiendo la vista. Las escenas en la sala de proyección resultan fascinantes: la chica es demasiado descriptiva y no deja lugar para la imaginación (que viene de imagen…), viene a reprocharle su auditorio, entre los que está el fotógrafo. Los diversos ensayos para describir la escena final de la película en litigio son el verdadero cuerpo y alma de la película; y el climax final de una proyección con público real es un triunfo de la emoción. Pero Naomi Kawase que en su anterior «Una pastelería en Tokyo» llegaba a un similar climax emotivo con desnuda sencillez, complica aquí las cosas con la relación entre la chica y el fotógrafo, o entre la chica y su madre aquejada de senilidad, sin resultar demasiado interesante ninguna de ambas relaciones. ¿Qué nos queda, pues? La forma de filmar paisajes y rostros, bosques y miradas (algunas de esas miradas, vacías) sigue siendo magnífica como en sus anteriores obras, documentales o de ficción; lástima que en este caso a veces el desarrollo dramático no acompañe.

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Hacia la luz

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