Crítica de Call me by your name: Ensalada de hormonas y frondosidad de emociones

De lo que realmente habla la sensual y detallista película de Guadagnino es del voluptuoso torrente de la juventud y de algo realmente profundo y complejo

Oti Rodríguez Marchante

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Call Me By Your Name

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Aunque narra con enorme acierto visual y grandes dosis de buen gusto una historia de enamoramiento veraniego entre un joven de 17 años y otro algo mayor, de lo que realmente habla la sensual y detallista película de Guadagnino es del voluptuoso torrente de la juventud y de algo realmente profundo y complejo que se traduce en la mejor escena de la película (la que le quita y le pone sentido a la historia) entre padre e hijo, Timothée Chalamet, que es candidato al Oscar por su carnal y pujante Elio, y Michael Stuhlbarg, demoledor en esos instantes de encuentro con su hijo en los que habla con una rotundidad y precisión sobre la vida y tú como no se había visto ni escuchado nunca… Stuhlbarg (quien, por cierto está en tres de las películas candidatas al Oscar, en «Los archivos del Pentágono» y en «La forma del agua» además de en ésta) pasa directamente al pódium de los mejores padres de la historia del cine y disputándole el cajón de arriba a Atticus Finch. Esa magistral secuencia, junto al primer y sostenido plano final de Elio-Chalamet en el que su rostro te cuenta las tres siguientes películas que nadie rodará, hacen de esta historia esa maravilla que te oxigena de arriba abajo.

Es una película larga, contemplativa, que se recrea en los maravillosos paisajes, personajes y localizaciones, que le extrae al guion de James Ivory toda esa temperatura y voluptuosidad que recoge con encanto de cámara Guadagnino. El absoluto centro de observación es el joven Elio, buen lector, magnífico músico y joven al que le cuesta ser él mismo entre el caos hormonal, la confusión emocional y la ensalada de feromonas masculinas y femeninas que tiene alrededor y que forman parte de ese frondoso, aromático, gastronómico y soleado verano italiano. La película habla de atracción, de amor, sí, y de pulsiones eróticas, de ese bucear ya sin apenas aire al final de la adolescencia, de ese estar tan a gusto con nuestras dudas como incómodo con nuestras certezas… Una película que se ha de ver como algo saludable, como si se fuera uno a beber uno de esos «smoothys» de fruta y verdura.

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