Crítica de El buen maestro: El hombre con clase indomable

Olivier Ayache-Vidal dirige una historia con más corazón que tripa, y desde luego entretenida, equilibrada en el drama y la comedia, útil y didáctica.

Denis Podalydès y el joven Abdoulaye Diallo protagonizan «El buen maestro» ABC
Oti Rodríguez Marchante

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Es uno de los lugares a los que el cine suele mirar desde una esquina: el interior de una clase, de un colegio del extrarradio, de sus alumnos generalmente en la marginalidad y la adolescencia, y de unos educadores entre la vocación y la penitencia. El director de esta película, Olivier Ayache-Vidal, prefiere licuar su mirada (retrato a la acuarela) y ofrecer un dibujo de ambientes y de personajes no tan duro ni tan extremo como el de otros títulos (el baremo sería la magnífica «La clase», de Laurent Cantet) y deja una historia con más corazón que tripa, y desde luego entretenida, equilibrada en el drama y la comedia, útil y didáctica.

El protagonista en un prestigioso profesor de Literatura que cambia el cómodo y elegante Instituto donde da clases por otro suburbial en el que se encontrará un avispero de alumnos de gueto , que ya han asumido su papel marginal en la vida y que consideran la ignorancia como un sinónimo de la rebeldía. El relato se mueve por los cauces previstos, y a pesar de ello consigue conmover y mantener, aunque cálido, su frescor gracias al grupo de jóvenes actores (personajes moldeados para no resultar cargantes, indigestos) y a la cara de berza pero sumamente comprensible y digna de Denis Podalydès , el profesor. Los viajeros y el viaje de unos hacia otros es reconocible, previsible, pero merece la pena hacerlo.

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