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Callback (***): Casi, casi «Driver»

La progresión es la palabra clave del filme, el cómo ese personaje se va despojando de las capas cebolleras entre la normalidad y la psicopatía

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Lo peculiar de este «thriller» es la mirada a un lugar (Nueva York) y un personaje (un majara violento que se habla al espejo) que son muy conocidos y reconocibles. Y esa mirada pertenece al director español Carles Torras, que rueda en las mondas de la Gran Manzana y que construye su historia clavándola frente a ese tipo desequilibrado que ya habíamos visto en otras películas (el Travis Bickle de «Taxi Driver» tiene mil hijos).

La progresión es la palabra clave de «Callback», el cómo ese personaje se va despojando de las capas cebolleras entre la normalidad y la psicopatía; un tipo que trabaja ocasionalmente haciendo mudanzas y que aspira a ser actor de anuncios publicitarios.

Carles Torras dosifica la transformación con prudencia y talento, dejando que sea su actor (Martín Bacigalupo) y su gesto de cortocircuito el que anime a verla: cuando repasa sus textos publicitarios para los «cástings», cuando parlotea con su jefe o en el bar, cuando se relaciona con la joven que le alquila una habitación de su casa… Todo ello (y la cámara de vigilancia, la sordidez del espionaje y hasta una simple sartén) le crea al espectador una incomodidad, un aviso de mal rollo en luces de neón que se activan aún más con las tensiones religiosas del personaje y su trastabillante equilibrio entre esa sociedad americana enfermizamente dibujada en la película y que, como tantas otras veces, solapa sueño y pesadilla.

El ensamblaje entre director, personaje, actor y narración progresiva es perfecto y la película fue la gran triunfadora en el pasado Festival de Málaga, tal vez por su peculiar alianza entre lo sarcástico y lo macabro.

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