John Wayne en «El conquistador de Mongolia»
John Wayne en «El conquistador de Mongolia»

La maldición radiactiva de John Wayne y el reparto de «El conquistador de Mongolia»

La película sobre Ghengis Khan, que fracasó con estrépito en la taquilla, fue rodada en las cercanías de un campo de pruebas nucleares. Cumplidos 25 años del estreno, el 41% del equipo había contraído cáncer, entre ellos el protagonista de «Centauros del desierto»

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John Wayne falleció el 11 de junio de 1979 en Los Ángeles a causa de un cáncer generalizado. El intérprete, ganador del Oscar al Mejor Actor en 1969, fue poco a poco consumido por una enfermedad que se atribuyó sin mucho rigor a la radiación a la que estuvo expuesto en 1956 durante la filmación de la película histórica «El conquistador de Mongolia», rodada cerca de un campo de pruebas nucleares. Del total de 220 integrantes participantes en el filme, 91 habían desarrollado hacia 1981 algún tipo de cáncer.

El reguero de muertes en torno a la película la sitúa en cabeza de la lista de cintas malditas de Hollywood. Si bien es difícil demostrar la relación directa entre las enfermedades que afectaron al equipo y el polvo radiactivo presente en el desierto de Utah, la cifra final es irrefutable: 25 años después del estreno el 41% del equipo había contraído cáncer y 46 habían perecido por esta causa. A John Wayne le precedió en 1975 Susan Hayward, la coprotagonista en el filme, fallecida a la edad de 57 años a causa de un cáncer cerebral. El director del film, Dick Powell murió también de cáncer pocos años después de terminar el proyecto. Y uno de los actores más importantes en la historia cinematográfica de México, Pedro Armendáriz, fue diagnosticado con cáncer de riñón y cuatro años después se suicidó al saber que era terminal.

Pese a que los actores eran conscientes de los altos niveles de radioactividad en la zona, nadie le prestó mucha atención puesto que los estudios médicos todavía mantenían abierto el debate sobre la incidencia en la salud humana de las armas nucleares. El propio John Wayne aparece en una fotografía del rodaje sujetando con ironía un contador Geiger.

En total, los 220 miembros del equipo estuvieron expuestos durante 13 semanas de filmación, en el verano del 55, a un terreno repleto de polvo radiactivo residual del ensayo nuclear Zucchini, en mayo de 1955, y posiblemente también del ensayo Tesla, en marzo de 1955. No en vano, las excavadoras removieron el terreno, y con ello la radiactividad, con el fin de enviar 60 toneladas de la característica tierra local para completar la filmación en Hollywood.

«El conquistador de Mongolia» emplazó sus exteriores en Utah para recrear el inhóspito territorio de Mongolia, donde el caudillo mongol Ghengis Khan, interpretado por John Wayne, protagoniza una historia de luchas palaciegas y combates entre clanes rivales en el génesis del poderoso Imperio mongol. Una superproducción de género épico que, sin embargo, fracasó con estrépito en los cines y fue la comidilla de la crítica.

El propio productor, el popular Howard Hughes, se obsesionó con las causas de su fracaso y torpedeó su distribución durante años queriendo fingir que nunca se había rodado. Pero la realidad es que sí lo había hecho, y que, aunque el multimillonario había congregado los elementos necesarios para el éxito de taquilla en aquella década (un drama histórico más un actor de relumbrón), el resultado fue de una calidad pésima.

Un actor feo, fuerte y formal

Buena parte de la culpa del fracaso de la cinta la tenía la actuación de John Wayne, cuyo rostro irlandés impenetrable desentonaba tanto en el rol de caudillo mongol como Arnold Schwarzenegger en una película de Woody Allen. El actor natural de Iowa se encontraba en el mejor momento de su carrera, tras rodar en años recientes la soberbia «El hombre tranquilo» (1952). Fue él mismo quien eligió el papel de Ghengis Khan por la calidad del guión.

La carrera de Wayne continuó con aplastante éxito, sin que el mayor tropiezo de su trayectoria afectara a su reputación. El mismo año en que se estrenó la cinta maldita, el conocido en EE.UU. como «El Duke» protagonizó la colosal «Centauros del desierto», un western atípico ambientado en el periodo posterior a la Guerra de Secesión americana, que para muchos hace las veces de epílogo histórico del conflicto.

La década de los sesenta estuvo marcada por los problemas de salud de Wayne. Quienes defienden que el polvo radiactivo no estaba necesariamente relacionado con lo ocurrido al equipo en Utah argumentan que algunos enfermos de cáncer ya reunían otros condicionantes previos que, como la fuerte adicción al tabaco y la bebida de John Wayne, pudieron causarles la enfermedad.

Ciertamente el intérprete americano era un fumador y bebedor empedernido. Suya es la sentencia: «Nunca me fiaría de un hombre que no bebe», que resume su doctrina vital. En 1964 se le diagnosticó cáncer de pulmón y fue sometido a una intervención quirúrgica para extraerle el pulmón izquierdo y dos costillas. Una vez recuperado, ganó su único Oscar gracias a su papel de Rooster Cogburn en «Valor de ley» (1969).

El crespúsculo de su carrera llegó en la siguiente década. «El último pistolero» (1976) fue su triste despedida del cine y el comienzo de una nueva batalla contra el cáncer. En esta última película dio vida a un viejo pistolero condenado por el cáncer, que es finalmente abatido por una bala disparada por la espalda. Quizás solo así se podía matar al hombre más temible del Oeste cinematográfico. A traición.

Marion Robert Morrison -el nombre verdadero de John Wayne- falleció en 1979 a los 72 años de edad a consecuencia de un cáncer de estómago que se extendió hacia otros órganos. Fue enterrado en el cementerio Pacific View Memorial Park, de Corona del Mar (California). Pese a que el propio John Wayne lo reclamó como uno de sus deseos, el epitafio de su tumba no reza: «Aquí yace alguien que fue feo, fuerte y formal». Esta solo es una leyenda urbana extendida en la actualidad.

Las pruebas nucleares de EE.UU.

Entre 1945 y 1980, las principales potencias nucleares realizaron más de quinientas pruebas atómicas atmosféricas, siendo los Estados Unidos y la Unión Soviética quienes perpetraron la mayor parte con unas 215 cada uno. El resultado fue una inmensa cantidad de conocimientos sobre esta arma revolucionaria y sus aplicaciones científicas y militares, pero también un grave daño medioambiental.

Estados Unidos empleó como campo de pruebas la región de Nevada, a menos de 150 kilómetros de Las Vegas, que por aquellos tiempos contaba unos cien mil habitantes. Los vientos dominantes, asimismo, empujaban la radiación hacia vastas extensiones agrícolas de las Grandes Llanuras. Cinco millones de personas absorbieron dosis tiroideas mayores que las sufridas en Kiev a consecuencia del accidente de Chernóbyl. Los niños que se criaron entre 1951 y 1971 absorbieron altas dosis de yodo-131 radioactivo -uno de los radioisótopos más peligrosos que existen- a través de la leche, particularmente en Colorado, Idaho, Montana, Kansas, Dakotadel Sur y Utah, donde se rodó la película de «El conquistador de Mongolia».

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