BROMA. Fontcuberta, con traje espacial. / JOAN FONTCUBERTA
El periodista Iker Jiménez presenta en la televisión, como si fuera real, una historia inventada por el fotógrafo Joan Fontcuberta en 1997

El cosmonauta fantasma

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Iker Jiménez presentó el domingo en Cuarto milenio el caso de «un hombre que la Unión Soviética quiso apartar de la Historia de un plumazo». «Vamos a hacerle un homenaje merecido», anunció. El misterio lo había investigado Gerardo Peláez -uno de sus colaboradores en el programa de Cuatro- y se ilustró con un retrato del cosmonauta Ivan Istochnikov en traje espacial, una foto con sus colegas ante el Kremlin y otra posterior en la que se le había borrado, entre otras imágenes.

«La pregunta es por qué (se le borró), qué había hecho ese hombre, por qué molestaba», preguntó Jiménez. «Estuvo embarcado en una mi-sión que fue un fracaso estrepitoso para la URSS y, lógicamente, eso no se podía dar a conocer», respondió Peláez. Istochnikov era «muy conocido» en la URSS, según los dos periodistas, y desapareció en 1968 a bordo de la Soyuz II. Para ocultar el fracaso, fue borrado de la Historia: se le eliminó de las fotos, su familia fue deportada a Siberia, y sus amigos y colegas, silenciados.

El caso, explicaron en Cuarto milenio, salió a la luz en 1993, cuando un periodista compró en una subasta de Sotheby's en Nueva York un lote con material desclasificado procedente de la URSS. «Y ahí descubre este hombre, que creo que se llamaba Mike Arena, una fotografía con el fantasma en carne y hueso, presente», puntualizó Jiménez, quien concluyó: «Lo cierto es que ese hombre (por el cosmonauta) no aparece en las fotografías oficiales y estaba ahí». Impresionante... y falso, porque Ivan Istochnikov es tan real como el Pato Donald.

«¿Estoy alucinando! ¿Todo esto me parece muy cómico!», declaró ayer a este periódico Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955). Este fotógrafo juega desde hace años en sus creaciones «al equívoco y la ambigüedad», y montó en 1997 para la Fundación Telefónica una instalación sobre un cosmonauta con recortes de prensa, fotografías, parafernalia espacial, vídeos y la historia contada en Cuarto milenio. Todo parecía real; todo era falso. El artista llegó al extremo de prestar su cara al astronauta y bautizarlo con la traducción de su nombre al ruso: Ivan Istochnikov.

Ayer, Fontuberta se reía. «Tiendo trampas destinadas a los crédulos. No esperaba que cayeran en una que tiene nueve años unos periodistas pro-fesionales, que se supone que tienen que verificar y contrastar la informacióna». Una simple búsqueda en Google revela que Istochnikov nunca existió. Iker Jiménez, con quien este periódico ha intentado hablar sin éxito, se enteró de todo ayer.