Manuel Contreras - PUNTADAS SIN HILO

Decapitado

La «performance» de Barcelona simboliza lo que Podemos quiere hacer con el país: cortarle la cabeza

Manuel Contreras
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La última ocurrencia de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, para alimentar la fobia historicista ha consistido en colocar una estatua de Franco decapitado en una plaza pública y organizar una performance en la que una turba le arrojaba huevos ante las cámaras de televisión para asegurar el eco mediático. Aunque la iniciativa se organizaba bajo la coartada de una exposición cultural, el mensaje que se traslada a la sociedad es evidente: masas enfurecidas ultrajan un símbolo de la opresión franquista. Se podría pensar que con este tipo de acciones la formación podemita de Colau busca promover ideales izquierdistas; falso. Lo que verdaderamente pretende es producir el combustible que mueve el motor de Podemos: el odio.

El perfil político de la sociedad española está perfectamente dibujado y no es extremista.

De hecho, desde el advenimiento de la democracia han existido formaciones de extrema izquierda —todas ellas conflictivamente agrupadas ahora bajo el manto de Podemos— y nunca han obtenido resultados electorales notables, quedando relegadas a una perenne marginalidad. El éxito de la formación que lidera Pablo Iglesias no se sustenta sobre pilares ideológicos, sino sobre coyunturas emocionales, y la mayor parte de sus votantes no elige la papeleta con la cabeza, sino con las tripas. Por ello, para que la bicicleta del éxito podemita no se pare, sus dirigentes necesitan extender todo lo posible el arco del odio. Su éxito inicial fue canalizar la indignación por la crisis y la corrupción política, pero la veta irascible se agota y hay que buscar nuevos caladeros: la monarquía, la Transición, los toros, la Hispanidad, Colón y, por supuesto, Franco, personaje nuclear en el que confluye toda la gama de ojerizas. Al ser una etapa histórica unánimemente denostada, el franquismo es la madre de todos los odios, el certificado ISO que avala cualquier reprobación. Por eso para Podemos todo es franquista; los Reyes son franquistas, los toros son franquistas, la bandera es franquista, el himno, el ejército, el PP y el PSOE son franquistas. Todos los símbolos nacionales están contaminados por el pecado original de la dictadura, y por tanto todos son legítimamente odiables.

La performance de Barcelona simboliza lo que Podemos desea hacer con el país: cortarle la cabeza. Su estrategia se basa en un adanismo político según el cual todo lo existente es condenable, y el verdadero progreso sólo será posible en un nuevo orden diseñado y controlado por ellos. El cuento es antiguo y caduco, un híbrido entre la tradición revolucionaria blochevique, la sublevación de los barbudos de Sierra Maestra y el movimiento bolivariano, pero puede tener una cierta aceptación social mientras en la gente palpite el odio. Por eso es importante cortar cabezas, porque supone un ejemplo público de palpable indignación. Y así seguirán. Nadie sabe cuál será la próxima testa en rodar, pero no cabe duda de que la última será la de la propia democracia.

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