LA TRIBU

Vacío

Para la memoria de muchos, incluso para ti, el que ha sido durante muchos años el Bar Tomás fue el Bar de Bernardo, paredaño al viejo Círculo

Antonio García Barbeito

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La noticia te la dio el cura don Antonio Santos, y en su voz había un acento de responso: «Han cerrado el Bar Tomás…» Lugar, Plaza de España, en Villamanrique de la Condesa. ¡Vaya sitio, maestro…! Allí, la iglesia, el Ayuntamiento; al lado, el Palacio de Orleans y el Convento… Si Miguel Hernández decía: «Muere un poeta y la creación se siente / herida y moribunda en las entrañas», en algunos casos, decimos: «Cierran un bar y el caserío se siente / incapaz de llenar tanto vacío…» Porque el Bar Tomás era un lugar en el que diariamente se citaba la vida. Paisanos y agregados hicieron de ese sitio un rito de palabras, copas y encuentros de amistad, y cerrarlo es convertirlo en un nicho donde reposen los restos de mucha memoria del lugar. El tiempo no perdona, y Pepa y Tomás, sus dueños, ni tienen manos de sangre que quieran mantenerlo abierto, ni tienen ya edad —ni huesos— para seguir con el trabajo y la pensión que supone un bar desde antes del alba al último paisano que dice hasta mañana.

Un vacío, un enorme vacío. Para la memoria de muchos, incluso para ti, el que ha sido durante muchos años el Bar Tomás fue el Bar de Bernardo, paredaño al viejo Círculo. Bernardo era el padre de Pepa, esa Pepa única, alma ronca, dicharachera y ocurrente que hacía del bar y de los veladores una fiesta de alegría y de vida, mientras Tomás, dentro, convertía el mostrador en un muestrario de lo mejor del lugar. Allí, en el viejo Bar de Bernardo, tienes la primera memoria de este sitio, un día que fuiste con tu padre —allí estaban con él el Toto y Capeli— al puesto de aceitunas de molino, y te tomaste un café que te dejó dentro el amor cafetero de los bares. Y allí, a la puerta, La Tani, aquel coche que nunca supiste si soñó ser furgoneta o microbús y acabó en camioneta cerrada, traqueteo de amortiguadores por una carretera de baches, puntada de transporte de viajeros que ensartaba Villamanrique y Pilas hasta la estación de Aznalcázar. Ay, La Tani, y la memoria, y el tiempo, y Villamanrique… Conociste cuando cerró Bernardo y conoces ahora que han cerrado Pepa y Tomás. Otra vez el vacío. Allí, los Zurita, Miguel Ángel, Miguelín, Cayetano, Márquez y Carrasco, y el inefable Richard, y los inolvidables días del Paso de Carretas, ese maravilloso Rocío urbano, vistoso y lleno de salves y vivas… Otra vez el vacío. No te queda más rescoldo —enorme, profundo rescoldo— que la bodega de tu amigo Manolo Béjar, el fraternal Bolero; allí, silencio de mosto y umbría donde aprende a ser el vino, y, con su deje, palabras y sentencias irrepetibles de paisanos. Pero el vacío del Bar Tomás, en la Plaza…

antoniogbarbeito@gmail.com

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