LA TRIBU

El usía

Algunos parece que hubiesen salido de su casa con una clara idea: «Hoy se van a enterar toreros y aficionados de lo que vale una oreja…»

Toros en Sevilla EP
Antonio García Barbeito

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Lo eligen por lo que sabe, por lo que se supone que sabe, por lo que alguien ha dicho que sabe, por el cargo que ocupa en su profesión, por lo que haya sido capaz de granjearse en ese cargo, por su solera como aficionado o, en ocasiones, por algo que nadie se explica. Lo cierto es que viendo cómo proceden algunos, no tengo más remedio que acordarme de un espabiladísimo medio oligofrénico que, en la mili, al ver las barbaridades que ordenaba el teniente de su compañía, un día, en una de aquellas desquiciadas voces, le dijo: «¡Quién te jaría a ti teniente…!» Pues eso mismo pienso en muchas ocasiones, cuando veo la actitud que si chulesca, que si de querer saber más que nadie, que si de dárselas de duro —o de dura, que también las hay «ellas»—, que si de aquí quien manda es mi menda, de algunos usías, así llamados los presidentes y las presidentes de corridas de toros. Algunos parece que hubiesen salido de su casa con una clara idea: «Hoy se van a enterar toreros y aficionados de lo que vale una oreja…»

Dicen que la primera oreja la da el público y la siguiente y todo lo demás, el presidente. Bien, pues hay quienes, incluso con pluma de cronista en la mano, se permiten despreciar la voluntad de la mayoría, como si en democracia dijéramos que el voto de una persona sin formación académica vale menos que el de un titulado, y que la plebe es la plebe y no debe contar su voluntad, por mucho pañuelo que saque y por mucho que haya pagado como el que más. ¿La primera oreja la da el público? Pues si eso es así, eso es, o tiene que ser, sagrado. Pero hay presidentes tan malos contables y críticos tan escrupulosos, que ni saben contar pañuelos si estos flamean en el sol, ni consideran serios los tendidos que no son de sombra. Pues a ver en qué quedamos. Si manda la voluntad, y la voluntad, aunque presidente y crítica crean lo contrario, se hace mayoría en su petición, esa primera oreja hay que darla, «señor usía», le guste a usted o no le guste, considere que quien lo pide es un público de segunda o de tercera. Algunos usías se vienen arriba negando, y cometen verdaderos crímenes con chavales que se la han jugado frente a barrabases y que han tenido, al final, el premio del pañuelo del público; y si el usía cede, no faltará el crítico que al día siguiente le dé caña al usía y al público. Si el poder del usía es a partir del primer trofeo, o que el usía se entere de una vez o que aprenda a contar o busque a quien sepa hacerlo. A lo que no hay derecho es a ver cómo, un día y otro, la primera oreja depende de alguien que quizá esté en el cargo sin que lo haya pedido un mal pañuelo.

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