LA TRIBU

El toro

Pido el toro que, por años y kilos, tiene más posibilidades de emocionar en los ruedos. Verbigracia, «Orgullito»

Ilustración de un toro en una plaza ABC
Antonio García Barbeito

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A ver si se enteran de una vez, que no hace falta traer bueyes de carreta con más años que Matusalén, cuernos que le sacan la costura al alto azul abrileño y una estampa llamada más a asustar que a pelear en la lidia. Ahí está ese «Orgullito», poco más de cuatro años cumplidos, poco más de cuarenta y cinco arrobas y un tipo justo para que dé juego, toro movido y que puede moverse, y que la Fiesta sea lo que tiene que ser, un disfrute, no una muestra de carnes desganadas, sin fiereza, que acaban pidiendo más desolladero de matadero municipal que gloria taurómaca. ¿Para qué tanto mamut inmóvil, si acaban con sus reservas en cuanto topan en el catafracto romano del tercio de varas, de donde salen ya con alergia textil y pidiendo estoque y mulillas? Ay…

El disfrute taurino me vino más veces en plazas de segunda, donde el toro anovillado, con el mismo peligro al fin, da un juego que no dan los cinqueños pasados de romana y cuernos. Plazas con mucho nombre, carteles bien rematados y toros que no pasan el listón de unas exigencias caprichosas o empeñadas en «el más grande que hayga». Miremos las fotografías de grandes faenas de otros tiempos, y veamos qué toros lidiaban las figuras y cualquiera, que los hay novillos en manos de los grandes nombres de la tauromaquia, y, ojo, mataban como mata el más grande, pesado y viejo de los toros. La crítica y la afición tienen que defender, antes que nada, la Fiesta, y defender la Fiesta no siempre es exigir toros con cuernos de metro y medio, seiscientos y pico kilos y estampa para asustar las tormentas. La máxima de caballo grande, ande o no ande, no podemos aplicarla al toro, porque una buena lidia necesita que el toro se mueva, repita y llegue entero al final de la faena, aunque ya saben que para todo esto es necesario el misterio del animal, casta, raza, bravura. En igualdad de condiciones, siempre dará más juego un toro de cuatro años que no tenga que tirar de más de quinientos quilos, que una mole penosa que, incapaz de ser lo que la sangre quizá le dicte, decide tornillazos a la defensiva, casi pidiendo que lo acochinen en las tablas. Así que el toro, si queremos que se mueva, tendrá que ser como los humanos, que cuanto más joven y ligero de carnes, mejor; después será más o menos bravo, sobrado o falto de casta, pastueño o manso sin ganas de colaborar, pero si exigimos toros que por carnes y años pueden dar triunfos, ya le estamos haciendo un favor a la Fiesta, toreros, ganaderos, empresarios, aficionados… Pido el toro que, por años y kilos, tiene más posibilidades de emocionar sin límites en los ruedos. Verbigracia, «Orgullito».

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