LA ALBERCA

Tocarse la Giralda

El cartel de la Navidad de Manuel Peña sirve también para anunciar el Orgullo Gay

Un detalle del polémico cartel de Manuel Peña ABC
Alberto García Reyes

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La aparición del Arcángel San Gabriel a la Virgen haciendo de la «turris fortissima» una vara perfumada de azucena es, según el cartel de la Navidad encargado por la Asociación de Belenistas de Sevilla al joven pintor Manuel Peña, un homenaje a la zambomba. Tocarse la Giralda con esa impudicia, justo a la altura del ombligo, es algo que puede tener muchas interpretaciones. Pero todas dependen de la iconografía escogida para representar al arcángel. Sevilla es cobardona y estas cosas no las comenta en público, pero en los mostradores de las tabernas y en los grupos de whatsapp hay un cachondeo superlativo con el cartel navideño de Peña, que es un artista bastante constrastado, pero que se ha pasado de frenada en su visión libérrima de la anunciación de Gabriel a María. El «muchacho» que aparece en su lienzo tiene un aspecto que dista mucho de la tradicional imagen que el Arte ha utilizado a lo largo de los tiempos para poner en escena a este mensajero de Dios. En principio, esto no tiene por qué ser negativo. La libertad creativa de un artista es sagrada y tratar de superar los cánones establecidos es una meta legítima. Pero el mozo de Peña tiene una característica herética. Algunos dicen que tiene toda la cara de Griezzman, el delantero del Atlético de Madrid. Otros apuestan más por Camilo Sesto a tenor del pelo que luce el joven. Hay también quien se centra en los pectorales, que son claramente fruto de gimnasio. Porque el envite que ha hecho el pintor es ése: un arcángel semidesnudo. Pero el problema no esta ahí. Está en el gesto.

El Renacimiento, como reinterpretación del arte clásico grecorromano, abordó el naturalismo y lo relacionó con la temática religiosa. El David de Miguel Ángel, que habitualmente se utiliza como paradigma de la relación de la Iglesia con el desnudo artístico, es una obra sin polémica porque no es alegórica. Simplemente representa el momento previo al enfrentamiento entre el rey bíblico y Goliath. Y lo mismo puede decirse de la iconografía masculina barroca. El «San Juan Bautista» de Caravaggio o «La fragua de Vulcano» de Velázquez son dos cimas de la Historia del Arte que no vulneraron los límites del pudor que imperaba en aquella época. Los conocimientos de anatomía que tenían esos autores —en Sevilla sí que podemos presumir de eso viendo las joyas escultóricas que nos dejaron Martínez Montañés, Juan de Mesa o Ruiz Gijón— están a años luz de los que poseen los creadores actuales. Y eso es lo que provoca que los atrevimientos excesivos sean lesivos para nosotros. El problema de Peña no es que haya pintado un Arcángel San Gabriel de masculinidad ambigua y desvestido para un cartel de Navidad, sino que el mensajero divino se encuadra en una alegoría fallida. Porque aparece tocándose la Giralda en un gesto que probablemente él no ha pintado con la intención con la que ha sido interpretado, pero que tiene un simbolismo claramente fálico. Y que tal vez debe servir para hacer una reflexión: ¿no se hacen en Sevilla demasiados carteles? Quizás este exceso es el culpable de la confusión actual, donde una misma obra puede servir para anunciar la Navidad y el Orgullo Gay.

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