PÁSALO

También lo ganarás

Tienes lo que hay que tenerpara ganar también este exigente partido

Eduardo Berizzo EFE
Felix Machuca

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Eres de los nuestros, amigo. Eres de los colorao, como nos llamaba un paisano tuyo, Carlos Salvador Bilardo. Eres de los que lleva un escudo que te late como el corazón de un pura sangre. Eres de la familia y la familia al completo está contigo. Ya hay quien se ha ido derechito al Cisquero y después a la muralla vieja, donde vive la niña más hermosa de San Gil, para ponerse muy serio y decirle al cielo, a los amos del universo, que eso no se le hace a un tipo bueno, serio y honrado como tú. Que con la salud no se juega y que la tuya es la de muchos sevillanos que la disfrutan cuando nos pones a galopar los pulsos de Nervión como lo hiciste la pasada noche del martes. Quédate tranquilo, míster. Que en este partido vas a tener donde escoger sin problemas. Porque todo el sevillismo, toda la ciudad, seguro que sí, la tienes a tu disposición para que elijas defensas insuperables, creadores terapéuticos y goleadores por la vida. Sabemos que te juegas un partido difícil, de los que últimamente se prodigan en el fútbol; sabemos que tienes un adversario feo, odioso, canalla y leñero. Lo sabemos. Y por eso el estadio de nuestra solidaridad se ha puesto como el pasado martes, a reventar, iluminando la noche con pulseras de fe y de sentimientos, para que remontes con la casta y el coraje de tu hombría, el cero tres que acaba de encajarte el destino.

Verás míster cómo es así. No puede ser de otra forma. Ya tienes trabajando para ti al de la Salud de los gitanos, a los Ángeles de los negritos, al Patrocinio de San Bernardo, a las Esperanzas de Sevilla, tirando del carro a los caballos de Santa Catalina, al Amor con los brazos del cariño de par en par abiertos, quitándole miga a la cosa Regla la panaera y susurrándote al oído palabras de ánimo el más Dulce Nombre del cielo. Ya se preocupan del hombre que tanta felicidad nos da, que tanto bien nos prodiga, capaz de convertirnos las noches de noviembre en madrugadas de mayo, con candelas para cantarle a la luna la leyenda del tiempo camaronera. Claro que vas a remontar este partido adverso. Y la familia, la que ahora te arropa, la que ahora te entrega su fuerza y su empuje, te anima y motiva, ya grita tu nombre por lo bajini, como un conjuro de magia, para que la medicina se afane y los cielos te acompañen. No estás solo ante el dibujo de la pizarra que te acaba de mandar el destino como un partido engorroso, difícil y exigente. Tienes lo que hay que tener para ganarlo. Porque cuando la noche del martes te sentaste en la banca a dirigir a tu equipo, ya sabías lo que después anunciaste, sobrándote corazón y timbales para seguir en tu puesto, no delegar en nadie y echarte sobre tu espalda dos pesos insoportables: el de un resultado tan esquivo y el marcador de tu salud en zona roja.

Eso te hace hijo predilecto de un club que no sabe rendirse. Que entiende el futbol como la vida: un pulso inagotable contra la adversidad. Un copioso cansancio para empezar siempre de nuevo. Y eso es lo que importa. Lo que tiene más valor que el oro y la plata. Las ganas de empezar de nuevo. Tras una adversidad o un revés inesperado. Tú, mister, mejor que nadie, sabes que no tienes razones para rendirte. Que uno puede pasar angustia y zozobra en los días más agitados pero que, con el temple que acera la voluntad de los grandes, un día no muy lejano, echarás a correr hacia la banda del sevillismo, como el martes hicieron Pizarro, Banega, Lenglet, el equipo entero, para abrazarte, cuando en el último minuto se hizo la luz y la luz iluminó la noche de Sevilla. Llegará ese momento y entonces será la familia, el sevillismo, la ciudad entera la que hará buena la frase de tu paisano Borges en aquella milonga de Jacinto Chiclana: «Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente». Y en esa virtud, señor Berizzo, usted es capitán general…

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