LA TRIBU

Sagrado juego

Te tiembla entre las manos la vareta de olivo, y te tiembla tu infancia al pie de esa vareta

El olivo siempre es indispensable en tiempos de la Pasión M. CIEZO
Antonio García Barbeito

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Ya te tiembla en las manos la vareta de olivo, como tiembla en el aire la palma blanquirrubia. Ya tienes ese insomnio de la impaciente espera, aunque no hayas vivido lo que te espera ahora, que por la sangre llevas, sin saberlo, el picor de la sangre heredada que adivina las cosas, aunque por ti las cosas aún no hayan pasado. Ya te tiembla en las manos la vareta de olivo. Lo has pintado en la escuela, lo has escuchado en misa, te lo ha dicho el maestro y lo dice tu madre mientras deja sus manos en la harina, el aceite, la miel y la memoria. Todo en la calle tiene resplandor de principio; todo en la calle lleva un estreno no dicho, mientras a ti te tiembla el tiempo entre las manos.

El olivo que viste cuajado de aceitunas; el olivo que amasa el pan de tu familia, ese olivo, de pronto, se te ha hecho sagrado, y lo miras lo mismo que miras los altares donde los santos duermen su tallado misterio. El olivo, el olivo que ahora mueve la brisa, tiene en sus pies guardados símbolos del principio de la Pasión hermosa en la que a ciegas crees. Y no será la misma esa rama de olivo, cuando Ramos se vista de sagrada mañana. No es la misma vareta la que un día cortaste para jugar a juegos o arrear tus caballos de cañas, no es la misma. La vareta que viene pidiendo los hosannas es sagrada vareta, y lo sabes de sobra, y por eso la tomas, bendita, entre las manos, y la ofreces al paso de la luz que pasea milagrosa y radiante por las calles del pueblo. La mañana es hermosa, recién hecha, sonora, y allá por los balcones y allá por las ventanas, el hierro es pentagrama vertical con un sueño musical que le venga de lo verde del campo. Te tiembla entre las manos la vareta de olivo, y te tiembla tu infancia al pie de esa vareta. Jamás olvidarás esta luz de principio, este Ramos que inunda tu vida como un cuento, y volverás a verla, otra vez, en las luces que sigan completando la radiante mañana. Benditas sean las horas sonoras que te nacen en el reloj de oro de esta mañana grande, por la que vas —¿lo sabes?— cual si hubieses salido de un rural evangelio en el que ya eres parte de todo cuanto tiene la imagen bondadosa de un muchacho que siembra el amor a voleo, un muchacho que busca —y lo sabe— su Cruz, como santo resumen de su alto sacrificio. Ya te tiembla en las manos la vareta de olivo. Esta mañana pura de pájaros y flores, tus manos van a un juego que se ha vuelto sagrado, y caminas por Ramos como si caminaras por una improvisada Jerusalén abierta por la que vas, tan niño, vestido con camisas de luz que serán tuyas mientras tiemble en tus manos la vareta de olivo que te marcó la infancia.

antoniogbarbeito@gmail.com

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