TRAMPANTOJOS

Querido Murillo

Capítulo en el que se cuenta cómo la burocracia enreda y asfixia a los creadores

Retrato de madurez de Murillo ABC
Eva Díaz Pérez

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Querido Murillo, hoy no podré hablar de vos… En ese lugar donde se levantaba el convento de San Francisco y colgaron vuestros primeros cuadros se celebra en este confuso presente un gran y festivo mercado de libros. Lo llaman Feria del Libro, como la que se celebraba en la calle donde vendíais vuestras primeras obras siendo discípulo de Juan del Castillo.

Pues bien, estaba previsto que acudiera con los admirados Luis Miguel Canseco y Fernando Iwasaki para recrear la Sevilla de vuestro tiempo. Mas no será posible por un asunto que también quebró vuestra paciencia:la burocracia, hidra con sangre envenenada que enreda y devora la sensatez e inteligencia.

El ICAS (Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla), que es el palabro de esta monstruosa máquina burocrática, halló en mí una culpa digna de expulsarme de esa tertulia de eruditos sobre vuestra obra, a pesar de que os conozco bien porque dediqué una novela en la que se cuentan vuestras aventuras. Y el fallo que hallóme fue que tenía una deuda con la Hacienda pública. Parece que esa supuesta deuda era por el impuesto de un premio literario que gané hace años, apenas unos 100 euros que en vuestro tiempo alcanza unos mínimos maravedíes, y que presto fui a resolver. Ya veis, cuánto pesar por haber escrito y ganado un premio de excelencia. Y ahora recuerdo vuestra lucha por la dispensa de tributos pues considerabais que se aplicaban altísimos impuestos de alcabalas a las obras de arte como si fueran vulgar mercadería.

Sepa vuesa merced que me planté en Hacienda, que sigue estando en el mismo edificio de la Aduana de vuestro tiempo. Allí me dijeron que no tenía tal deuda y que el proceso por los 100 euros no estaba ejecutado por lo que nada impedía que una institución pudiera contratarme. Yo quise deshacer el entuerto y pagar en el acto, pero me dijeron que no podía hasta que no me llegara un documento. Así que resolví que si no tenía deuda, nada impediría que hablara sobre vos.

Pero he aquí que esa institución de tan probada limpieza y que cuenta con un historial impoluto en agujeros fiscales ha puesto la lupa en mi sospechosa trayectoria. No es el primer caso, conozco otros tantos creadores que no pudieron hablar ante el público por multas de tráfico olvidadas y otros graves pecados. Así se enreda a los artistas en absurdos trámites que les hacen perder el tiempo, agotar energías y secar el ingenio. Sólo lamento el maltrago sufrido por quien intenta dignificar la Casa de los Poetas, que depende de ese ICAS de los infiernos, don José Serrallé, caballero de las letras que lucha como un Quijote contra molinos de burócratas enredadores. Así que ya sabéis, querido Murillo, hoy no podré hablar de vos por ser sospechosa. Que Dios guarde a vuesa merced.

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