PÁSALO

Nieve serrana

Donde realmente no hacia nada el señor Serrano era aquí, viendo un derbi

Uno de los coches atrapados en la AP-6 EFE
Felix Machuca

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La política, en su versión más gore, que suele ser la más usual, es siempre un ajuste de cuentas. El PSOE le debía al PP una nevada bien servida, con descalificación absoluta de los responsables de tráfico y solicitud inmediata de dimisión del baranda que la dirige. Gregorio Serrano, Gori en la confianza hispalense del partido, vive días heladores, congelado como una merluza en un barco factoría en alta mar, por culpa precisamente de eso: de que en política todo se devuelve, todo se paga, todo se factura. Y a Gregorio, más allá de sus responsabilidades en el caso que las tiene, le ha pillado la gran nevada que cayó sobre la AP-6 en familia y viendo un derbi en Sevilla, en su casa. Han pasado años desde que a Magdalena Álvarez se le imputó otra gran nevada en Madrid que, si no recuerdo mal, obligó a cerrar el aeropuerto de Barajas. Serrano entonces era un aprendiz de brujo en el PP sevillano, donde maniobraba para situarse en posición de flotador político, para no ahogarse en mitad de las resacosas mareas internas, cosa que siempre le salió mejor que algunos tuits con los que ha intentado demostrar que en el caso del colapso de la citada autovía, es más víctima que verdugo. A él le han pasado la factura de Magdalena. En política todo se cobra y se paga.

Gregorio no es responsable de la nevada. Tampoco lo es que los automovilistas obvien los reiterados anuncios de alerta firmado por Tráfico para evitar ese paso. Mucho menos está comprometido con el alegre proceder de muchos automovilistas que iban perfectamente pertrechados para ir en agosto a Matalascañas, pero nunca jamás para meterse en un coche en mitad de la tormenta perfecta en una autopista de Ávila. Y no. Tampoco Serrano es culpable de la soberana pasada por el arco de sus triunfos de la concesionaria de la autopista, que habría que preguntarse de dónde le viene el poder a estas empresas para no subordinarse a los distintos gobiernos, ya sea en mitad de una nevada como la comentada o la eterna demora del pago del peaje de Sevilla a Cádiz, por ejemplo. No es Gregorio culpable de tanta carga. Sí lo es, en cambio, de no estar en donde tenía que estar por cargo y responsabilidad política. Por mucho que la tensa ironía desplegada en sus tuits relate que en Sevilla estaba en familia y que aquí interné funciona maravillosamente. Ahí se te derritió el hielo, Serrano…

Un servidor público, ya sea médico en urgencias, policía nacional o bombero en San Bernardo, no puede jamas abandonar el barco. Y menos cuando el barco tiene tan mala pinta como el atasco abulense en la AP-6. Ahí hay que estar en tu puesto aunque en tu puesto no vayas a solucionar más que viendo un Sevilla-Betis, aunque sea en su casa o comiendo chuletas en «Almansa». Eso es lo de menos. En tiempos donde la clase política está tan carente de credibilidad y repujada de un enorme escepticismo que ha sido vitamina poderosa de los populismos más baratos, la mujer del César tiene que serlo y parecerlo. Había que estar allí arriba y, si se nos apura la ventaja, incluso hacerse fotografías para Instagram en el centro de control de tráfico de Madrid, delante del panel de monitores, con las mangas de la camisa remangadas, la corbata desanudada y un rostro de preocupación tan verídico como para que la tuvieran en cuenta en la próxima entrega de los Oscars. Y ya en ese plan regodearse en la cinematografía y declarar: Houston, tenemos un problema. Pero lo vamos a resolver… Donde realmente no hacía nada el señor Serrano era aquí. Salvo labrarse un cartel nada aseado como servidor público y apuntarse un tanto enternecedor como padre de familia. Eso sí, mientras que la Guardia Civil y la Unidad especializada del Ejército, con palas y sin interné, estaban en el sitio, haciendo lo que tenían que hacer. Eso es todo.

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