PÁSALO

Lo niego todo

La verdad histórica no tiene colores, ni carnés, ni directrices ideológicas

Un acto de homenaje a las víctimas de la Guerra Civil RAÚL DOBLADO
Felix Machuca

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En un autorretrato musical del maestro Sabina, ese poeta popular con canciones para diecinueve días y quinientas noches, para calles melancolías y abriles robados, para las ventas del fino la Ina y las juergas de la cocaína, una vez más borda con su letra lo que hoy pretende apañar la política con la reforma de la Ley de Memoria Histórica. La canción a la que aludo la conocerán bien. Lo niego todo. Y su estribillo se vuelve martillo sobre el yunque de nuestra conciencia cuando canta: Lo niego todo/aquellos polvos y estos lodos/lo niego todo/ incluso la verdad… Algo de eso parece que perpetran nuestros padres de la patria, toda vez que la reforma de la ley citada, a impulso acomplejado del socialismo, intenta establecer una visión única y exclusiva de la historia, castigando económica y judicialmente el presunto delito de no faltar a la verdad. Corren malos tiempos para la memoria cabal y para los historiadores. Que serán los encargados de transmitir, con sus investigaciones sumisas al imperio de la nueva Ley, sucesos ocurridos hace más de cuarenta años. Por definición legal, todos malos, deshonrosos y execrables.

La Ley, como se hizo en Europa con aquel demonio con bigote llamado Adolfo Hitler, considerará apología franquista cualquier subrayado positivo de lo que la dictadura hizo en su largo y saúrico existir. Se le negará todo. Incluso la verdad. Por nimia que fuera. Tras ese atentado a la historia están, como he dicho, un socialismo que busca pintura roja para repintar el desconchado de sus blasones; unos Ciudadanos que ya ha anunciado su apoyo al nuevo texto, quizás impelido por esa incómoda conciencia culposa que no acaba de superar el centrismo español con determinados temas históricos; un PP que se abstiene en connivente complicidad; y lógicamente toda la izquierda revanchista que trata de ganar hoy lo que no supieron ganar en su día y que la mayoría de los españoles tenemos superado y, en buena parte, casi olvidado. Todos ellos están dispuestos a negarlo todo. Como canta Sabina. Incluso la verdad. La verdad histórica que no tiene colores, ni carnés, ni directrices ideológicas. Tiene hechos, datos, cifras y logros. Borrándolos no solo faltarán a la verdad. Sino que imitarán al franquismo en una de sus más arteras y aventajadas maniobras de manipulación. En ese sentido, en el de negar la historia como fue para contarla como ellos quieren que sea, demuestran llevar en sus códigos de genética política el gen del franquismo más puro y duro. Y cualquier día, con el alzamiento de la mano para que sus señorías aprueben el texto definitivo, a más de uno se les verá el plumero saludando a la romana…

Lo tendrán difícil nuestros historiadores que aún estén ajenos al pesebre del poder para discernir sobre aspectos incontrovertibles del régimen franquista. No dejará de ser un embrollo obviar o manipular lo que aquel régimen militar logró con las bases de una Seguridad Social que dio cobertura a muchos españoles que de otra forma habrían sido vulnerables, muy vulnerables, a la enfermedad; encajes de bolillos tendrán que hacer para saltarse los logros de las universidades laborales o populares, donde los hijos de las clases más populares lograron engrosar las clases medias tras subirse a aquel ascensor social; cuando tengan que analizar el turismo y la industria que generó al sol de su benéfica influencia se verán obligados a estrujarse las entendederas, porque uno y cada uno de los pasos que dimos hacia el futuro vino de la mano de aquel fenómeno social. No solo por el dinero y el bienestar que generó. También por el coladero de ideas nuevas que nos alcanzaron los recién llegados y con la liberalidad de sus costumbres. Hay cosas que por ponderarlas y reconocerlas no te hacen sospechoso de nada. Por el contrario, te ponen en el sitio que la historia te exige para ser honesto y sincero. Lo otro es negarlo todo. Incluso la verdad… como tan divinamente canta Joaquín Sabina.

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