LA TRIBU

Se va mayo

Una luz de Corpus deja mayo, paño de altar planchado para la Eucaristía que tanto campo lleva dentro

Imagen de una plantación de cereales RAFAEL CARMONA
Antonio García Barbeito

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El fango de los aprovechados de la política está manchando el precioso traje de mayo, hecho para pasar, tan estampado, por la límpida atmósfera de oro de los días abiertos. Es una pena que haya manos que no sepan más que andar en los calderos donde se amasa la turbia naturaleza del dinero oscuro, el dinero que huele, el dinero que es delito en cuanto ve la luz, y por eso huye, cobarde, a las sombras de sus escondites. Allí donde duerme la posibilidad de un aprovechamiento, hay manos que saben cómo cazarla y enriquecerse de súbito, esa emergencia de lo fácil que se dedica a untar fango negro en las manos que tienen que abrir las puertas del escape. Una vergüenza. Y España sabe mucho de eso, por desgracia. Sabe y sufre.

Se va mayo. Lo dice la voz del aire que pasa madura por las copas de los árboles, por el mediodía de las raspas, por la creciente redondez de la uva y las ciruelas, por los vallados donde la flor no duerme con tal de creerse que vivirá más. Se va mayo signándose en las Cruces de la tradición, flor y copla, patio y baile, memoria y belleza sencilla, una gaita, un tamboril, una romería más vieja que el viento, unas chiquillas que parecen las mismas de ayer cuando pasean un ramo de flores, unos chiquillos que son los mismos de ayer cuando repiten el gesto de los ritos, y una luz distinta que todo lo viste. Se va mayo y se desmaya la primavera en los brazos calientes de junio. Un olor cereal tienen las carnes del campo, y de hembra pubescente que enciende los frutos a su paso, y de fiesta de cosecha en las manos del día. Se va mayo, se va, y abre los portillos que dan a los amaneceres que se engallan orgullosos, como si nacieran para ser ojo de baquía de su territorio. Mayo se va dejando sus metales de fresca luz —todo su patrimonio— en las manos del conquistador junio, que hará del territorio de su conquista un paisaje de oros cumplidos. Una luz de Corpus avisa en el aire, en el cielo, en los celestes de la altura, en los vuelos pequeños del avión y en la paleta alada del abejaruco. Una luz de Corpus deja mayo, paño de altar planchado para la Eucaristía que tanto campo lleva dentro. Mayo se lleva la última esperanza de la primavera y nos acerca a las veras de la tierra que camina pesada sosteniendo la penúltima luna de su parto. Mayo fue camino y patio, carreta y ermita, guitarra y palillos, canto, vestimenta única, costumbre itinerante, fandango bailado con belleza de siglos, o fandango cantado a la orilla del río, y rezo, y ya se va, dejando su cargo a disposición de junio, que pide paso como actor a punto de estrenar escena. Se va mayo. Y lo añoraremos tanto…

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