PÁSALO

La lucha obrera

Los sillazos en la cabeza dejaron a alguno con la memoria histórica muy perjudicada

Numerosas personas en el recinto feriaL EFE
Felix Machuca

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Le habían robado de un hotel de Marbella unas noventa mil del ala y Jesús Quintero, El Loco de la Colina, fue a denunciarlo a la comisaría. Lo acompañaban el Beni de Cádiz y Agustín Pantoja, Picoco, sentados cada uno a la diestra y siniestra del majareta. El inspector que los recibió comenzó a hacer las preguntas obligadas para interesarse, personalmente, por el caso. El robo se había producido en un hotel bien de la playa de los petrodólares y El Loco era un personaje muy conocido, al que no se le podía despachar con un me alegro verte bueno y un día de estos comemos juntos. No. En absoluto. El inspector comenzó a preguntarle pormenores del robo, entre ellos si sospechaba de alguien. El Loco, con la guasa que siempre le dio fama a sus mejores momentos, le contestó: yo creo que ha sido uno de estos dos… Lo querían matar. El Beni y Picoco se comían por los pelos a aquel cateto de San Juan del Puerto que, amigo cercanísimo de ambos, podía permitirse el lujo de bromas tan pesadas, aunque rebosantes de arte. Acabaron los tres comiéndose… una paella en casa Marisa. Y, posiblemente, sin que nadie se acordara más de las noventa mil pesetas del mangazo.

En una caseta sindical de la feria, donde se visualizó la lucha obrera, como muy bien me recordaba Juan Carlos Pichi y las redes se encargaron de divulgar, nadie le robó a nadie noventa mil pavos. Pero viendo las imágenes de un video donde se recogían los momentos más intensos de esa lucha obrera, se podría afirmar que a alguien le quitaron no solo noventa mil pavos, también lo quitaron del marisco. Y eso no se perdona. Menos aún en un sindicato que tanto ha peleado y luchado por la popularización del langostino, democrático y sostenible… por la bandeja pública. Hasta el momento, que se sepa, nadie se ha personado como el Loco en comisaría, a denunciar las razones por las que una caseta de feria se convierte en el campo del Gas, con profusión de mascás y sillas voladoras. Para que digan que los cuerpos represivos hay que disolverlos. Joé. Si en esa caseta parecía que le habían dado entrada libre a los marines en el día de la patrona. Ni los grises en sus mejores tiempos, que los tuvo, arreaban tanta estopa y con semejante tino. Entre los actores más destacados de esta lucha obrera en la feria seguro que había más de un pacifista. Cuídense si pasan por allí. Hay pacifistas que parece que los entrena y los ideologiza el Yoyas…

Volaban las sillas, los puños no se cerraban para cantar la internacional, sino para cerrarle el ojo al de enfrente y, con semejante alejamiento de posturas, allí no había quien firmara un convenio razonable. Por el contrario, todos mantenían posiciones irreconciliables, ese tipo de posiciones que se enroca cuando alguien le da un palpi a la baticola de la parienta y en señal de agradecimiento invitas al menda a una ración de caña en el lomo. Los sillazos en la cabeza dejaron a alguno con la memoria histórica absolutamente perjudicada. Y a otros con la jeró caliente por la herencia recibida. No se conoce caso alguno de liberados. Ahí pringaron todos. Seguramente iban a comisiones. Y las horas sindicales justificadas para no doblarlas fueron empleadas con ardor guerrero en esa modalidad feriante de lucha obrera. No me extrañaría que algún achispado, ajeno a la propuesta de la mesa sindical, bendecido por los saludables beneficios del rebujito, al ver el ambientazo de la caseta prorrumpiera él solo, en un arrebato de artistaco, cantando muy sentido aquello de dame el búcaro, dame el búcaro, que me muero de sed… Y le dieron con el búcaro en toda la parte esa por donde uno comienza a quitarse la sed. Una bronca de este tipo se da en muchas casetas. El problema está en que en la referida se debiera haber dado no por las causas que desconocemos, sino por haberse entregado de una forma tan rastrera en Cataluña a servir a los intereses más fascistas y golpistas que allí imperan. Un precio muy alto, por una borrachera tan baja.

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