LA FERIA DE LAS VANIDADES

El honorable Boadella

Antes de que la Justicia se metiera en el asunto, Boadella ya sacaba a los niños de Pujol en un escenario con los maletines llenos de billetes

El actor y director Albert Boadella JULIÁN DE DOMINGO
Francisco Robles

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Ya estoy otra vez aquí, ha soltado Boadella en plan Tarradellas. Siguiendo a Quevedo, que de guasa tenía una mijita nada más, podríamos decir que Tarradellas fue un fuet, y que ahora es un ser cansado que se ha disfrazado de Boadella. O viceversa. El caso es que nuestro bufón —él se puso ese título más que honorable— se va a investir a sí mismo como presidente de Tabarnia. Por la cara punto com. Y desde fuera de Cataluña, al más puro estilo Puigdemont. Para que luego digan que el esperpento es propiedad privada de los independentistas, alias indepes.

Lo de Tabarnia ha sido el invento del siglo. Del siglo XXI. O del XIX, donde hunde sus rancias raíces este nacionalismo reaccionario que siempre provocó la admiración del mester de progresía español. Algún día tendrán que tumbarse en el diván del psicoanalista político, pero sin el móvil a mano: hacer la revolución por tuiter sin levantarse del sofá ya no vale, colegas. Lo de Tabarnia, que suena a taberna, ha sido el gran invento de la cuña que está hecha de la misma madera. ¿No quieren separarse? Pues a separar se ha dicho. A ver quién es el guapo, o el Junqueras, que se atreve a prohibir que los pueblos y las ciudades elijan su futuro.

Fiel a su espíritu burlón y disolvente, Boadella ha dado en el clavo y va a proclamarse presidente de Tabarnia en un acto que no será ridículo, sino teatral. No es lo mismo, oiga. Esa investidura nos sonará a Ubú president, la obra maestra de Els Joglars. Antes de que la Justicia se metiera en el asunto, Boadella ya sacaba a los niños de Pujol en un escenario con los maletines llenos de billetes. La realidad siempre imita a la ficción. La política no es más que una forma del teatro. Por eso no hay nadie mejor que ese honorable bufón para sacarle los colores y las contradicciones internas al independentismo insolidario y medieval. Un honorable bufón que se la jugó durante el franquismo, y que por eso mismo pagó su atrevimiento con el mayor don que le dieron los cielos al hombre, como decía Don Quijote con la pluma presada de Cervantes: la libertad. En aquella época, por cierto, la burguesía catalana recibía a Franco con alfombra roja o azul, los colores del equipo que era más que un club y que por eso mismo condecoró dos veces, dos, al dictador en las postrimerías del régimen.

Es una lástima que en la Tabernia andaluza, que no Tabarnia, no haya bufones como Boadella para sacarle los colores al régimen que hemos elegido libremente en las urnas. Ubú president podría tener su correlato en una obra que contara los casi veinte años, que en el tango no es nada, de Chaves al frente de la Junta: Ojú presidente. Como no hay bufones de esa altura que se atrevan a enfrentarse con el poder andaluz, la misma Junta ha creado su esperpento con la ley que obliga a la gente a no engordar, o con las meditaciones budistas para funcionarios en horario laboral que ya han superado al Latino de Híspalis que creara Valle-Inclán. Si aparece un bufón así, que tenga presente que la misma Junta que premia a los buenos en el carnaval cuando no se meten con ella, le dará fuerte y flojo a quien ose ponerla en el espejo del callejón del Gato. Que se lo pregunten al honorable Boadella, ese bufón que es lo más sensato que ha dado Cataluña en este siglo. Y en el anterior.

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