EL RECUADRO

Hacer un Rajoy

«Hacer un Puigdemont» es huir de la Justicia. «Hacer un Rufián» es montar el numerito en el hemicirco del Congreso

Mariano Rajoy está en el punto de mira de los independentistas EFE
Antonio Burgos

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Igual que hubo un latín vulgar, germen de las lenguas románicas, existe en nuestros días un Tertulianés Vulgar, origen de la aparición de numerosas novedades en el catálogo de modas del habla cotidiana. Los perfectos dominadores del Tertulianés Culto, también llamado Radiofónico o Televisivo, saben por ejemplo perfectamente que «el escenario» no es el del Teatro Real, sino las circunstancias en que se desarrolla o le espera a un hecho político. Ponen «negro sobre blanco» y «hasta donde yo sé» todas las novedades del escenario dichoso, lo que aún no ha llegado «a nivel de» calle, que esto de «a nivel de» es un arcaísmo del Tertulianés Culto consolidado tardíamente en el Tertulianés Vulgar.

Y vengo observando que uno de los giros que del Tertulianés Culto ha pasado rápidamente al popular es el de «hacer un», seguido por el apellido de un señor. En lo de «hacer un» hasta ahora solamente me sonaba lo de «hacer un calvo», que era cuando un señor, como protesta o provocación, se echaba los pantalones abajo y enseñaba entrambos glúteos al respetable. Vamos, el culo. Pero de «hacer un calvo» hemos pasado a hacer una cantidad de apellidos tremendos, con cambio diario de existencias y hasta con rebajas del Black Friday.

La otra noche comentaban unos virtuosos del tertulianés los problemas de Ángela Merkel para formar gobierno, y los más versados en germánicas materias aventuraban que era capaz de convocar nuevas elecciones antes de tener que gobernar en minoría, al no poder cerrar el pacto con los partidos cuyos colores forman la bandera de Jamaica. Y fue entonces cuando el más enterado dijo que tal posibilidad era muy remota, que lo más probable era que la señora Merkel «haga un Rajoy». ¿Qué es «hacer un Rajoy»? Pues exactamente lo que describía Queta Claver en 1956 en la revista «La chacha, Rodríguez y su padre», de José Muñoz Román con música de José Padilla, en su famoso cantable sobre el Sabio Salomón, que seguro que Andrés Amorós, estudioso de este olvidado género teatral, se sabe de memoria mucho mejor que yo: «Salomón decía con tesón:/ Las cosas se arreglan solas;/ es cuestión de hacerse el remolón/ y no sufrir sin ton.» Y replicaba con el estribillo el coro de vicetiples: «Salomón,/el sabio Salomón/ tenía toda la razón».

Como Salomón tenía toda la razón, y las cosas se arreglan solas, a nosotros nos hierve la sangre cuando vemos que Rajoy no acaba de tomar una decisión, e incluso le gritamos como aquella chirigota: «¡Rajoy, que es pá hoy!». A lo Salomón, tardísimo, aplicó el 155 en Cataluña y a lo Salomón está arreglando el problema de medio suspendido Gobierno de aquella autonomía en la cárcel y el otro medio prófugo de la Justicia en Bélgica, sobre lo que el genial Yuyu de Cádiz ha sentenciado, en boca de Puigdemont: «No hay mal que por bien no belga».

Merkel, por tanto, está «haciendo un Rajoy», esperando que los problemas se arreglen solos. No es dejarlos pudrirse, como muchos califican erróneamente; es dejar, como el buen vino, que se asoleren. Yo creo que Rajoy hasta mete los expedientes de los problemas más difíciles en barricas de roble, no en carpetas. Pero el habla tertulianesa es tan rica, que no queda todo en ese Rajoy que hará la Merkel para acabar formando gobierno. «Hacer un Puigdemont» es huir de la Justicia y dejar a los tuyos en la estacada. «Hacer un Rufián» es montar el numerito en el Circo Mundial, perdón, en el hemicirco (que no hemiciclo) del Congreso. «Hacer un Sánchez» es decir hoy una cosa y mañana justamente la contraria. «Hacer un Méndez de Vigo», es decir que no manipulan a los niños en las escuelas catalanas, no ni ná. «Hacer un Forcadell» es proclamar hoy la República Independiente de Cataluña y, para librarte de la trena, acabar cantando el «Que Viva España» por Manolo Escobar. Y así sucesivamente, todos los apellidos de esta jarca. ¡Menuda jarca!

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