Gabriel y los peces

Sólo si los peces se convierten en votos, pueden permitir que los anzuelos se oxiden en la cárcel

Pancartas en apoyo a la familia de Gabriel, con el «símbolo» del pequeño EFE/ Ricardo García
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

A todos nos ha asombrado la nobleza y la entereza de Ángel Cruz y Patricia Ramírez, los padres de Gabriel, ese chiquillo almeriense muerto a manos de esa bestia llamada Ana Julia Quezada, esa alimaña, esa fría maldad, ese cálculo de fiera sedienta de sangre. Frente a esa bestia, frente a esa tía capaz de fingir amor, compasión, esperanza, dolor, tras haber matado a un chiquillo de ocho años golpeándolo con un hacha y estrangulándolo, frente a esa estampa de la sevicia está el retrato de dolor y esperanza de los padres del desgraciado chiquillo. Patricia y David han sido la dolorosa conformidad, la herida hondísima capaz de respirar sin odios, sin ansias de venganza, sin deseos del castigo que muchos de nosotros tenemos en mente. La gente ha colaborado con ellos y con los agentes que no han cejado en su empeño de encontrar al chiquillo, primero con la esperanza de hallarlo vivo y más tarde, cuando ya la bestia dominicana había caído en renuncios, tratar de encontrar el cuerpo. Encomiable, la entrega de los voluntarios; ejemplar, el apoyo de la gente que nunca dejó sola a la pareja. Y aunque el final haya sido desgarrador, queda la imagen enteramente rota de los padres, serenos, aunque la procesión les vaya por dentro y ahora vengan los largos días de vacío, de incomprensible ausencia, de dolor infinito.

Gabriel ha muerto y en su lugar ha quedado un símbolo infantil y alegre, un «pescaíto», un pececillo. Me acordé del final de un poema de Hernández, «El pez más viejo del río»: «Reíste tú junto al río, / niño solar. Y ese día / el pez más viejo del río / se quitó el aire sombrío. /Y el agua te sonreía.» Peces para el niño que amaba los peces, sin poder imaginar que le aguardaba el anzuelo de la maldad más calculadora, más canalla, más criminal. Y todo se ha llenado de pececillos que son como una multiplicación de Gabriel. Bien. Pero, tras ver la actitud en el Congreso de un PNV que ya sabemos por quién y por qué ha apostado siempre, de un Podemos que es la mano que escarba buscando resentimientos, y de un PSOE que está dando bandazos sin saber cómo dominar el gobernalle, más que peces, y más que los horribles, espantosos versos y cartitas que andan por la red en un dudoso homenaje al chiquillo asesinado, lo que tenemos que hacer es saber bien por quién apostar cuando llegue la hora del voto, si de verdad queremos que no se derogue -o que se recupere, si la derogan- la prisión permanente revisable. Cada pez, un voto para defender a los Gabrieles, Marta, Mari Luz, Diana… Porque sólo si los peces se convierten en votos, pueden permitir que los anzuelos se oxiden en la cárcel.

antoniogbarbeito@gmail.com

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación