CARDO MÁXIMO

Espíritu navideño

Se ve que la secesión abortada de Cataluña ha inspirado a los creativos de las agencias publicitarias

Cartel del anuncio de la Lotería de este año ABC
Javier Rubio

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Algún día, los historiadores del futuro examinarán los anuncios televisivos de la campaña de Navidad para entender las claves sociológicas de nuestro tiempo. En el alarde creativo de los publicistas se esconden, convenientemente tamizadas por su utilidad comercial, las pulsiones íntimas del inconsciente colectivo según el momento. Revelan euforia, pesadumbre, entusiasmo o resiliencia en función del espíritu de la sociedad durante el año que está terminando. Son el mejor resumen del estado de ánimo colectivo, casi el espejo, a la pata la llana, del discurso del Rey en Nochebuena.

Durante estos años atrás, los mensajes navideños de la televisión incidían en la crisis y en la solidaridad como elementos irrenunciables. Pero todo eso ha quedado ya atrás. El consumo se desboca, se disparan las ventas y el empleo se beneficia de esta nueva burbuja económica que entre todos estamos contribuyendo a inflar. Este año, la publicidad navideña –los tres o cuatro anuncios que apelan a las emociones y no ponen su producto en primer plano, claro está– incide en la reconstrucción de las relaciones personales. «Sergi ha salido del grupo» que puede leerse como mensaje en un anuncio de seguros, o algo así, ha sustituido a aquel mítico «Hola, soy Edu, Feliz Navidad» con que recibimos el nuevo siglo.

En un puñado de reclamos se puede rastrear el afán por recomponer situaciones de desgarro. Se ve que la secesión abortada de Cataluña ha inspirado a los creativos de las agencias publicitarias y que, en su ideal caballeresco puesto al día, les correspondiera ahora tratar de estrechar lazos y poner por delante a las personas. Y los anuncios narran reconciliaciones, gente que llama a la puerta de otra, personas que se abrazan o dejan hueco en la mesa para que otros se sienten a comer, cercanía, capacidad para empatizar con los demás, las relaciones personales a resguardo de los embates de la vida con un mensaje claro: Navidad es el momento de estar unidos.

Reconozco que la primera vez que contemplé ese mensaje en un momento tan comercial como la campaña navideña, me quedé de una pieza. Porque la reconciliación, el perdón, la humillación del orgullo propio, hasta ahora, eran la última frontera espiritual que jamás hubiera imaginado traspasada en un anuncio de veinte segundos. De repente, el espíritu que anima el tiempo de Adviento (conversión y espera, en términos genuinamente homiléticos) ha saltado al terreno pantanoso de la publicidad comercial, despojado de todo elemento trascendente. Habrá quien vea en tal actitud una nueva profanación del espíritu navideño. Uno prefiere ver la necesidad de sanación de una sociedad herida en el frente de batalla que aguarda turno para su evacuación al hospital de campaña más próximo.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación