TRAMPANTOJOS

Los espejos de Tabarnia

Un país con tanta tendencia al psicodrama necesitaba de la parodia liberadora de Tabarnia

Eva Díaz Pérez

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En esta extraña hora de España ha irrumpido —menos mal— el viento liberador de la risa. Un país con tanta tendencia al psicodrama necesita ser salvado de vez en cuando por el humor. La sátira siempre ha acerado de inteligencia nuestros peores momentos. Con la España cervantina entró la luz en las oscuridades del Siglo de Oro. Goya mostró la cruel carcajada de los «Caprichos» para satirizar la negrura de su época. Y Valle-Inclán nos paseó por los espejos del callejón del Gato para que comprendiéramos que en el esperpento estaba la respuesta al acertijo dramático de España.

Tabarnia irrumpe con el aire de la risa para liberar de gravedad el asunto delirante de Cataluña. Tabarnia es el callejón del Gato, el espejo deformante, el fondo del vaso desde el que hay que contemplar ese nacionalismo nacido de la soberbia. Los nacionalistas llevan mucho tiempo mirándose en el espejito mágico de la madrastra y en el reflejo se descubre el origen de tanta autocomplacencia. Por eso no soportan la imagen deformada de ellos mismos que les devuelve el espejismo de Tabarnia.

Este episodio de sátira nos libera. La fineza de la ironía ha traído con un limpio viento de tramontana las comedias de Aristófanes, lo grotesco de Rabelais, los gobbi de Callot, los bufones de Velázquez, las caricaturas de la Comedia del Arte. Todo ese mundo de cultura e inteligencia que nos salvó en los momentos viscosos de la Historia.

A los independentistas les cuesta entender la ironía, el humor fino, la metáfora cómica. Son más del chiste escatológico. Hay que explicarles la chirigota en la que se decapita figuradamente a Puigdemont para que no crean que es una amenaza. Es lo que tiene vivir en una ficción delirante: la patológica confusión de lo real y lo falso.

Y ahora aparece en Tabarnia ese presidente en el exilio que es Boadella, el gran bufón, que rescata su feroz sátira contra el catalanismo que lo expulsó de su tierra. En sus «Memorias de un bufón» recordaba el escándalo que en 1981 provocó en Cataluña «Operación Ubú». El montaje revisaba toda la parafernalia visionaria y grotesca con la que Pujol pretendía acaudillar a los catalanes. La sociedad catalana quedó en shock porque «no había previsto la posibilidad de ver convertidos en objeto de parodia los tabús sagrados de la tribu». Ahora Tabarnia les vuelve a poner un espejo delante sin que consigan reconocerse. Qué pena esos pueblos que desprecian el sanador ejercicio de reírse de sí mismos.

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