Hoy empieza todo

Ya no valen las razones prácticas, ya no sirve Kant. Tú frente a la ciudad que te espera y que se ofrece a tus ojos para que le escribas

La Giralda entre capirotes de nazarenos VANESSA GOMEZ
Francisco Robles

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La Semana Santa no tiene historia. Está libre de antecedentes penales. Lo escribió Antonio Núñez de Herrera en ese libro que sigue provocándote, en la raíz de tu oficio de escritor, el escalofrío. Esa es la verdad de la vida cuando le quitamos la hojarasca de la rutina, la grisalla de lo cotidiano, el postizo de las convenciones. Nada ha existido nunca. Cada día tiene su afán. Y por eso mismo, por esa fugacidad barroca del tiempo, hoy empieza todo.

Atrás quedó la espera, la incertidumbre del qué pasará, el miedo a la lluvia que todo lo enturbia y todo lo destroza. Atrás quedó el pasado del invierno que sirve de metáfora exacta para el tiempo que estamos pisando. El tiempo sagrado del gozo y de la emoción, del compromiso que el Hijo del Hombre firmó sin papeles que valgan, porque los papeles no valen nada si no están manchados con la tinta que el Amor moja en el pecho abierto del pelícano. Sevilla y el Cristo amado que muere por ella. Dios en la ciudad, que escribió Romero Murube con esa rotundidad que adquieren las palabras cuando se dicen de verdad.

A partir de hoy todo será distinto para que todo sea igual al sueño que hemos construido. La ceniza del miércoles renacerá en los ojos de la Hiniesta, y Magdalena se ofrecerá al Crucificado en un diálogo imposible que solo ellos conocen. A partir de hoy te buscarás en esas calles que son tuyas desde antes de nacer, porque tu madre las llevaba en la memoria que te legó tras de irse sin dejarte del todo: su nombre sigue en tu boca. Te encontrarás en esa plaza donde habita la luz que te despertó de la tristeza. Regresarás a los rincones donde duerme el aire, y las naranjas antiguas del invierno serán el azahar que acaba de romper en el pecho femenino de la ciudad.

A partir de hoy volverás a jugártela. Todo o nada. Sevilla o el vacío. El repeluco que te da calambre en el alma cuando te acercas al Cisquero que tiene la cara manchada de haber vivido, exactamente igual que tú tienes los adentros azotados por tus errores y por los desengaños. A partir de hoy seguirás el rastro que te lleve hasta el amanecer de la Esperanza que troca el poso de la Amargura en la luz infinita que irradian las ojeras del cansancio. Cansada de vivir, como cansado de llorar y de sonreír quieres estar tú cuando pasen estos siete días donde está condensada la existencia.

Ya no valen las medias tintas de la espera, ni los ritos que nos acercan al misterio, ni la ansiedad por el tiempo que no pasa, ni el miedo a perderlo todo otra vez, porque la Semana Santa también es la pérdida continua: dura un año en el recuerdo y muere. Ya no valen las razones prácticas, ya no sirve Kant. Tú frente a la ciudad que te espera y que se ofrece a tus ojos para que le escribas. Escribirle a Sevilla es un privilegio, y tú lo sabes. Por eso hoy vas a decirle que la quieres con lo más puro que queda dentro de ti. Porque hoy es el día de la diosa, de la musa, de la mujer, de la ciudad. Porque hoy es el día de tu madre. Porque hoy es nuestro día. El día en que todo acaba. El día en que todo empieza.

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