ECONOMISTA EN EL TEJADO

El desenganche

La Encuesta de Población Activa nos sigue dando alegrías, aunque sigamos exigiendo «calidad» en el empleo

Varios demandantes de empleo esperan en una oficina del Servicio Andaluz en Dos Hermanas EFE
Manuel Ángel Martín

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Sigo con interés los artículos y comentarios de ese azote de Trump, Paul Krugman, Nobel de Economía en 2008. Lo hago más bien por su agudeza y escepticismo, pero también porque a veces acierta. En Sevilla y en marzo de 2009 dictaminó que el nivel de precios y salarios en España era insostenible, y que procedía recetar una «devaluación interna» del 15% y un período de convalecencia de 5 a 7 años para poder recuperar algo de salud. ¡Bingo! Acudan a la hemeroteca de este periódico (14/03/2009) si quieren más detalles. Con menos precisión, eso es lo que ha conseguido el Gobierno del PP desde 2012 y por ello es criticado duramente por la oposición, que en lugares donde gobierna (véase Andalucía) se ha beneficiado de sus efectos sobre la competitividad y el empleo, aunque ahora predique que ya está bien de austeridad. Gurú que aparecía a conferenciar por estos lares, gurú que sentenciaba que ante el efecto «patrón» de la moneda única ya no era posible devaluación de una divisa propia, esa peseta que en 1993 Solchaga devaluó tres veces y en un 21% sin que nadie chistara. Había que recurrir a una medida de efecto similar. La solución teórica estaba al alcance de cualquier alumno de segundo de Económicas, pero enunciada por Stiglitz, Krugman, Phelps o Mundell resultaba ser un hallazgo genial digno de encomio y alabanza. Lo difícil, claro, era ponerla en práctica. Asumidas colectivamente la devaluación interna, la prodigalidad de las bancos centrales, los bajos tipos de interés y precios de la energía, las desigualdades, la irrelevancia del ahorro y la inocuidad de la deuda, no deja de sorprender que la economía se haya desacoplado de la política, o mejor desenganchado, aquí y allí. No insistiré en que Trump está resultando un funeral político pero una verbena económica o que el Brexit está resultando un aliciente para el crecimiento europeo, pero sí les pido que vuelvan su mirada a España y a Andalucía, y me digan si no tengo razón.

Partiendo de una situación de «rescate» y después de seis años revueltos, con gobiernos en funciones, en minoría, sin presupuestos a tiempo, con ministros reprobados, políticos juzgados, burócratas incompetentes, líderes económicos encarcelados y millones de españoles que no quieren serlo, resulta que la Encuesta de Población Activa nos sigue dando alegrías, aunque sigamos exigiendo «calidad» en el empleo, exigencia inimaginable por el 90% de la humanidad. El desenganche puede parecer un milagro, un signo de fortaleza institucional, un protagonismo de la sociedad civil, o también dar lugar a la formación de una borrasca amenazadora. Un embalsamiento de todos los deberes pendientes, de las cuestiones postergadas, un objetivo para la inconsciencia de los contrarreformistas que pueden provocar una irreparable vía de agua. Lo llamaremos estallido de la burbuja o cambio de ciclo, pero será un retorno en tromba de la política.

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