CARDO MÁXIMO

Las cifras mienten

Con los datos, los políticos se sienten seguros, a salvo de olas emocionales como las que nos arrasan al resto

Los datos de la Feria varían según quién lo cuenta RAÚL DOBLADO
Javier Rubio

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Cada uno cuenta la Feria según le va. Cuánta razón. Pero donde los ciudadanos transmiten sensaciones, los políticos apabullan con cifras. El vecino te cuenta: «Pues este año mi mujer y yo no hemos ido mucho a la Feria, no teníamos el cuerpo para fiestas, la verdad». Y el alcalde te acogota: «Un gran éxito». La sobrina te comenta: «No veas qué animada ha estado la caseta de tío Eulogio, como que no había manera de despegarse de allí y venga a cantar y a bailar, lo hemos pasado de escándalo, no sé por qué no os habéis animado vosotros». Y el Ayuntamiento trompetea: «Claramente mejores que los datos de 2017». El amigo se sincera: «Nosotros nos hemos borrado de la noche, aquello no está más que lleno de niñatos y luego unas colas para pillar un taxi que se te quitan las ganas…». Y los responsables políticos echan las campanas al vuelo con las cifras de pasajeros en los transportes públicos, el impacto económico o lo que haga falta. Donde los ciudadanos corrientes somos capaces de expresar estados de ánimo, colocarnos sin trampas las gafas con las que enfocamos la realidad y la vemos del color que nos marquen nuestros sentimientos, los políticos son incapaces de modular la información, aferrados a las cifras como los náufragos se agarran a un salvavidas en medio del océano. Con los datos se sienten seguros, a salvo de olas emocionales como las que nos arrasan al resto de mortales. Sólo que las emociones forman parte de la vida imposibles de reducirlas en números.

Las cifras mienten, sin embargo. Durante décadas, el millón de personas se paseó por el real de Los Remedios como el dato inapelable que calibraba el éxito de la Feria. Hasta que se descubrió que era una quimera, apenas una ensoñación que no tenía más fundamento que una mentira ni siquiera piadosa que alguien debió deslizar en una rueda de prensa para alardear de resultados. Ahora, el listón se ha puesto en los cuatro millones de personas en toda la Feria. Casi cuatro millones, para ser exactos. Porque la cifra redonda se puso en circulación antes de la fiesta como esas profecías que esperan su autocumplimiento, pero al final no se ha superado.

Los políticos –y nosotros, los periodistas, asumámoslo con gallardía– construimos la vida sobre una montaña de cifras. Apilamos datos numéricos a los que damos consideración poco menos que de sagrados. Y sobre esas cifras, tramposas porque no son toda la realidad aunque las demos por absolutas, elaboramos el relato de cuanto acontece en los asuntos públicos. A la postre, resultan mucho más sinceras las expresiones llenas de sentimiento que no tratan de imponer una conclusión general como el relato oficial de lo sucedido. Cada uno cuenta la Feria según le va. No hay más humilde verdad que esa.

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