EL RECUADRO

Cárcel y hospital

«Los hospitales públicos de España andan de chungaletas para abajo. Ni punto de comparación con las cárceles»

Antonio Burgos

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Menos mal que el prófugo Puigdemor de la Pradera está rebosante de salud, con más pelambrera que nunca, después de esas comilonas que se pega, gratis total, convidado por los políticos flamencos que ha adoptado como sus homólogos para buscarse jueces simpatizantes del separatismo. Y menos mal que no necesita ingreso hospitalario alguno: sano como una pera limonera. Y que, por eso, antes de devolverlo por Seur a portes debidos, la Justicia belga ha preguntado a España por las cárceles donde puede y debe dar el prófugo con sus huesos y no por los hospitales. En examen de cárceles sacamos sobresaliente «cum laude». Las habrán visto en los telediarios. Sobre todo, esa cárcel que ni sabíamos que existía hasta el encarcelamiento de medio Gobierno sedicioso de la autonomía catalana, cual Estremera. De los enchironamientos por la corrupción de cada día conocíamos Alcalá Meco, Soto del Real, Alhaurín o Puerto II, pero a Estremera no teníamos el gusto de conocerla. Dicen que es una cárcel de cinco estrellas. Añado: cinco estrellas Gran Lujo, como un Ritz o un Palace con barrotes. La celda que no parece una habitación de un hotel de NH es porque semeja otra de Hotursa; y el cuarto de baño que no recuerda a los Meliá es porque evoca otro de la cadena AC.

Hay una discriminación positiva, que le dicen, en las cárceles con respecto a los hospitales en algo tan simple como ver la televisión. Si estás ingresado en un hospital, tienes que pagar por ver la televisión en tu cuarto; en cambio en las cárceles, el Estado te convida a «Sálvame» y a partido de fútbol, gratis total. Donde de verdad hay televisión «pay per view» es en los hospitales. Por eso es una maravilla que Puigdemor de la Pradera goce de excelente salud y no necesite de hospital tras su regreso a nuestra España querida, que no es otra que su odiada España. Porque me estoy imaginando que esa Justicia belga hubiera preguntado por nuestros hospitales públicos al Gobierno, antes de proceder a la extradición del andova, para saber dónde iba a caer, pues andaba malusconcillo. Y con la mano en el pecho, como el caballero del Greco, el Gobierno le hubiera tenido que responder a la Justicia belga:

«Pues los hospitales públicos de España, la verdad, andan de chungaletas para abajo. Ni punto de comparación con las cárceles. Si extraditan al sedicioso como preso, lo normal es que esté en un chabolo individual en Estremera; pero si viene enfermito y tiene que ir a un hospital público, de momento lo entran por Urgencias y sus buenas tres horas en una camilla y en un pasillo no se las quita nadie. Y una vez pasado el «triage» y que lo haya visto el médico de guardia, si le manda unas radiografías, serán dos horas más esperando. Puede que entonces, con un poco de suerte, lo diagnostiquen y decidan ingresarlo. Y ahí vendrá la tela: no hay habitaciones libres. Y cuando la tenga, no crean que es en una habitación individual, con su cuarto de baño para él solito, sino que, en el mejor de los casos, será un cuarto para dos enfermos. Y eso si no hay que meterlo en otro con tres hospitalizados y sus correspondientes, gritones y habladores acompañantes. Si le duele algo y toca el timbre para que venga una enfermera, pueden entrarle agujetas en el dedo apretando el botón. Si no lleva acompañante que salga al Control de Enfermería a dar la voz de alerta, puede que todavía esté esperando. Ah, y al final, pero no lo último. No sabemos si la tarjeta sanitaria de Puigdemor de la Pradera será del «Servei Català de la Salut», en cuyo caso tendrá problemas administrativos para que se la admitan en un hospital del Servicio Madrileño de Salud, porque en España somos tan racionales que hemos organizado 17 servicios públicos de sanidad distintos y estancos, 17. Así que si lo que buscan es el bienestar del prófugo, mejor que nos lo manden a chirona y no a un hospital público».

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